Llevo varias semanas sin escribir esta columna. La razón es porque no tenía nada nuevo que contar. Y sigo sin tenerlo. Mi postura es clara y meridiana desde hace tiempo. Pero mi compromiso con DxT Campeón me responsabiliza a ponerme, con sumo gusto, delante del ordenador y plasmar lo que siento.
Pues vayamos a ello. Siento dolor, pena y enfado. Cada jornada ansío ver un equipo mejorado, reflejo del poderío que se le presupone, fiel a un estilo de juego, dominador de las situaciones y, consecuentemente, efectivo en sus logros. ¿Y qué me encuentro? Un grupo de jugadores cada día más alejados de su entrenador, que hacen buenos a los rivales, incapaces de mantener un buen nivel de juego más de 20-25 minutos, achicados ante cualquier eventualidad y físicamente extasiados. Pero hay más, algunos sin nada que aportar por crisis individuales y otros fuera de ritmo al haber estado olvidados por su entrenador, un técnico que por mucho que se empeñe en hacernos creer que lo ha vivido todo en el fútbol, está acariciando el mayor fracaso de su carrera.
Esto dicho representa el dolor. La pena se refiere a lo mal que lo han hecho los dirigentes. Mejor dicho, al tiempo que lo llevan haciendo mal. Imagino que en ningún momento se les habrá pasado por la mente cuestionarse su valía. Eso es porque a la inutilidad se une la soberbia, un buen grado de ella. La pena es que mientras esta gente se pavonea, el club sigue cayendo en picado.
Y para terminar asoma el enfado, un enfado consecuencia de todo lo anterior. Es que una mira para un lado y para otro, y no encuentra ningún argumento al que asirse (salvo el emocional) para continuar con este apoyo constante e imperecedero. Y es cuando pienso: ¿esta gente que está ahí en el campo, en la Plaza de Pontevedra, en Rúa Nueva, se merece este dar, dar y dar, sin recibir nada?”.
Mi contestación en pleno enfado es NO. Pero después viene el sentimiento, el peso de lo vivido, al amor difícilmente descriptible a unos colores y a una ciudad, el sentido de pertenencia a un colectivo… y la negación desaparece.
No soy partidaria (salvo debacle mayor que no deseo) de un cambio de entrenador. Hay que jugarse lo que queda con las armas que tenemos. Encomendarse cada uno a lo que considere, yo lo haré a la endeblez de los rivales en el play off, y esperar que la plantilla ofrezca la mejor de sus versiones. Sin florituras.
Y eso sí, en cuanto termine la temporada… los que ya sabemos, a la calle.