Esta Semana Santa nos ha enseñado que da igual la época del año, más aún en Galicia, nunca se está lo suficientemente a salvo del mal tiempo. Por eso es recomendable tener siempre a mano ropa de abrigo en el armario. No importa durante cuanto tiempo salga el sol, siempre hay alguna borrasca de nombre llamativo esperando a la vuelta de la esquina.
Rebuscando por alguna bufanda está y ha estado desde hace unas semanas, preparándose para lo que venía, Óscar Gilsanz. El técnico ya se sentía cómodo con su conjunto de entretiempo que logró enfundarse a finales de enero, pero la meteorología lo ha obligado recientemente a protegerse contra el frío para no caer enfermo. Su primera reacción fue la de cualquiera de nosotros. Estirarse las mangas y acurrucarse buscando calor en forma de probaturas mientras las temperaturas seguían bajando. Todo para terminar dándose cuenta, como cualquiera de nosotros, que cuando llega abril nadie se ha preocupado de tener cerca una prenda invernal de la que echar mano.
Durante los días soleados el técnico blanquiazul ha ido perdiendo por el camino diferentes piezas que le permitían lucir sus mejores galas. Todas las piezas acaban desgastándose y ahí surgen los problemas. Suficiente ha hecho el Deportivo reponiéndose de tener que jugar el último mes de competición con tres de sus defensas titulares tumbados en la enfermería. Dos de ellos además sabiendo que no iban a estar disponibles para lo que resta de temporada y un cuarto, Escudero, que ya dijo adiós antes siquiera de que comenzaran las rebajas allá por principios de enero. Los Petxa, Tosic, Pablo Martínez y compañía han solventado la papeleta protegidos en gran parte por la estructura que el técnico de Betanzos ha sabido construir para sostener el maniquí. Aunque eso no quita que más de alguna costura haya saltado a la vista. Ninguna, desde luego, como las que evidenció la ausencia de José Ángel. La sanción del andaluz nos ha mostrado cómo sería un invierno prolongado si tocara sobrevivir con esta versión empequeñecida de Mfulu. Siberia sin camiseta.
Todo ello sin hablar de las prendas que todavía hacen apaño, pero que piden a gritos un paso por la tintorería. El partido de Villares después de su mejor tramo de temporada o las últimas semanas de Mella bien atestiguan el castigo de una indumentaria que ha servido para pasar la temporada incluso con nota, pero que durante muchos momentos ha amenazado con dejar desnudo un proyecto que no podía permitirse bajo ningún concepto volver a vestir de Primera RFEF.
Con la permanencia virtualmente en el bolsillo y la maleta sin lo suficiente como para pensar en cotas más altas, bien haría el club blanquiazul en apuntar como principal tarea de cara al próximo curso poner a disposición del técnico, esperemos que Gilsanz y a nadie se le ocurra la torpeza de cambiar de diseñador, una buena colección de prendas para afrontar con garantías lo que debe ser una subida de exigencia en la pasarela.