Todo es cuestión de gustos. De estilos. Pero en el fútbol, hay una cosa que pesa por encima del resto: los resultados. El cementerio está lleno de valientes, y conocer las armas que tiene un equipo, es lo principal para armar esa identidad. En este sentido, es impepinable que la llegada de Óscar Gilsanz al banquillo del Dépor le ha sentado más que bien al equipo. Los números ya son conocidos, pero los resumiría más fácil: con Óscar, el resultado que más se repite es la victoria. Y casi siempre suma.
Todos conocemos el libreto del betanceiro, no engaña a nadie. No veremos el fútbol de Pep Guardiola en Riazor. Pero Óscar Gilsanz ha sido muy hábil y, apoyándose en el trabajo y en parte del estilo de Idiakez, ha dado solidez al equipo blanquiazul. Ha mejorado notablemente la estrategia —aunque habría que darle una vuelta a quién ejecuta el balón parado—. Y su estudio de los rivales, ha propiciado partidos como el del pasado domingo ante el Almería. Además, como ya comenté en su día, siempre le ha rodeado un punto de suerte. La que no ha tenido el Deportivo históricamente, por otro lado.
El de Tenerife fue el partido que peor sabor de boca dejó a todos de la época Gilsanz. Más allá de los tres patinazos en liga, el de Canarias supo a punto amargo. Su planteamiento, sus cambios y su estrategia fueron demasiado conservadoras ante un equipo que caminaba hacia el abismo. Un partido que, estoy seguro, pudo haberse llevado el Deportivo tranquilamente. De hecho, la sensación en el vestuario era de la una derrota en el Heliodoro. Aunque viajasen en la maleta con un punto desde la isla. Una oportunidad perdida en toda regla. Pero salvo ese día, poco que cuestionar y mucho que celebrar.
Y si ahora algunos sueñan con un posible, aunque lejano ahora mismo, playoff, es gracias también al curro de Óscar. Quiero recordar que tras su llegada, dónde le piden que logre la permanencia, el equipo blanquiazul corría riesgo de ser colista esa misma jornada.
Una derrota en Cartagena hubiese dejado al Dépor como farolillo rojo. Y miren dónde está ahora. Por eso, eché mucho en falta palabras más valientes y contundentes de Fernando Soriano sobre el míster betanceiro.
Por lo tanto, es bueno reivindicar de vez en cuando estas cosas. El éxito de Óscar Gilsanz es el del entrenador gallego. Un recordatorio de que el técnico de casa está más que preparado para asumir el reto y dar la talla. Con el valor añadido, como en los jugadores, que da conocer y sentir al club como él lo hace.