Alivio sería la palabra que define la vuelta del Dépor al fútbol profesional. Fueron 4 años deambulando por la tercera categoría, visitando campos de césped artificial en localidades remotas y ante rivales que nunca hubieran soñado con enfrentarse a uno de los 9 campeones de liga. No fue fácil. Hubo que esperar a la cuarta temporada para certificar el ascenso tras varias decepciones. Varios proyectos frustrados, incluido un cambio accionarial trascendente, que sumieron al Club en una suerte de laberinto del que parecía imposible escapar. Sin ir más lejos, en este mismo curso, el equipo tuvo unos inicios titubeantes que lo llevaron a coquetear con los puestos de descenso.
Sin embargo, cuando ya pocos apostaban por conseguir el objetivo, los de Idiakez deslumbraron con una segunda vuelta impecable que lo colocaron en lo más alto de la tabla hasta confirmar el domingo en Riazor su ansiado ascenso. No fue una tarea sencilla derrotar a un buen Barcelona Atlético que llegaba a Coruña para exprimir sus últimas opciones de liderar el Grupo I. Tras una primera parte complicada, tuvo que ser Lucas -no podía ser otro- el que ejecutara con acierto una falta al borde del área. Alegría, y sobre todo alivio, fue lo que vivieron la multitud de aficionados que se congregaron en el estadio y sus aledaños.
Y después del triunfo llegaron las celebraciones. De forma inesperada, no fue la fuente de Cuatro Caminos -espacio icónico de las celebraciones blanquiazules-, donde la hinchada expresa habitualmente su entusiasmo. Digo inesperada porque las gestas del Dépor terminaban en Cuatro Caminos de manera improvisada. No era necesaria una planificación previa más allá de cortar el tráfico y vallar la fuente. En fin, ahora parece que se quiere dirigir el alborozo natural de los aficionados como si se tratara de un rebaño donde se les marcan las fechas y los lugares a donde tiene que acudir a festejar.
Hay también en este tipo de festejos, una parte más institucional donde el equipo rinde visita a las principales corporaciones públicas y a sus principales patrocinadores. Estas recepciones protocolarias deben de ser la expresión del apoyo mutuo que se prestan el Club y su entorno más cercano. En esta ocasión, esas manifestaciones de cariño y apoyo se vieron enturbiadas por la negativa del RCD de acudir a la habitual recepción en el ayuntamiento. Se trata de dos instituciones que se necesitan, donde se espera que vayan de la mano como siempre ha sido a pesar de las diferencias puntuales que puedan existir. Y aquí el Club ha tenido un patinazo. Faltó mano izquierda para resolver en otro momento los flecos de un convenio que todavía está sin firmar. No era el momento ni el lugar para subrayar las diferencias entre ambas instituciones.
@pgarcia_ramos