Almudena Quereda era ingeniera de caminos pero en el fondo siempre supo que en realidad se sentía medio pez. Pero no fue hasta después del accidente que hace cinco años estuvo a punto de acabar con su vida, y que le dejó como secuela, entre otras, la amputación de su pierna derecha por debajo de la rodilla, cuando empezaron a salirle las escamas y las branquias casi de verdad. Porque encontró en el agua un medio en el que no tenía limitaciones. Y porque aunque empezó como complemento a la rehabilitación, acabó convertida en profesional. Ahora su día a día gira en torno a la natación. Soñó con los Juegos Paralímpicos. Después de varios contratiempos París se le escapó. Pero no dejó que esa fuese su última meta de 2024. La Copa del Mundo de aguas abiertas que disputa hoy en Cerdeña es su recompensa por no rendirse. Ni esta temporada. Ni nunca.
“Son 3 kilómetros de recorrido, dos vueltas a un circuito de 1.500 metros. Y la diferencia con las pruebas que suelo hacer en Galicia es que aquí salimos y llegamos en el agua, con lo cual no tengo que correr, que ahí estoy en clara desventaja”, dice sobre la prueba. El objetivo es el podio. “Primero disfrutar y demostrarme a mí misma todo el trabajo que he hecho este verano, que ha sido muy duro porque he estado entrenando sola: mi entrenador me mandaba los entrenamientos y yo los hacía, porque él estaba en París”, apunta. “Hubo días en los que la motivación era cero pero la disciplina tenía que primar. Por eso quiero hacer podio. Ganar es muy difícil, pero estoy en mi mejor momento físico y mental. No sé cuál será el resultado pero sé que haré una gran carrera”, vaticina.
Ya tiene experiencia porque el año pasado fue sexta en esta misma cita, aunque fuera de concurso porque todavía no disponía de la clasificación médica internacional. Hace cinco años, sin embargo, si le dicen que iba a estar aquí pensaría que era una locura. A finales de 2019 sufrió un grave accidente tras el que se despertó en el hospital sin pierna y destrozada por dentro y por fuera. No salió de allí en cuatro meses y justo cuando le dieron el alta se decretó el confinamiento por la pandemia. “Fue el momento en el que empecé con la prótesis y me pedían que hiciera muchos paseos al día. No sé cómo no les desgasté el pasillo a mis padres”, bromea.
Después se encontró con la piscina y para su sorpresa se dio cuenta de que era más rápida que muchos de los que iban a nadar a las mismas horas que ella en la Solana. Algo empezó a gestarse en su interior y el paso definitivo fue el encuentro con Jesús de la Fuente. Él la vio mientras supervisaba a María de Valdés (subcampeona del mundo y olímpica en París en aguas abiertas) y la animó a competir. Empezaron a entrenar juntos y a los pocos meses fue al Gallego máster y se llevó varias medallas contra nadadoras sin discapacidad. Ganó también una travesía en Oleiros de tres kilómetros, de nuevo como única competidora con discapacidad. Aquello parecía que iba en serio.
Empezó a creerse que no era descabellado competir en los Juegos de París. Sus títulos de campeona de España le refrendaron que iba por buen camino. Aunque no contaba con ciertos contratiempos. Burocráticos a la hora de pelear por su clasificación, finalmente la S8 pendiente de revisión. Y de lesiones derivadas de su accidente: una operación de fémur en septiembre de 2021 y una reconstrucción del brazo en julio de 2022. “Lo que iban a ser dos meses fueron seis. Fue el peor momento después del accidente. Pasé de tener un brazo funcional que estructuralmente había que operar por los tornillos rotos que amenazaban con romperme los huesos. A tener un brazo estructuralmente perfecto pero sin ningún tipo de funcionalidad, con la mano caída porque quedaron afectados los nervios cubital, el mediano y el extensor”, explica.
El día que la mano empezó a moverse coincidió con el cuarto aniversario de su accidente. Imposible fue fuera una casualidad. De nuevo su tenacidad, casi cabezonería, le impulsaron a salir adelante. “Creo que me he convertido en una persona con una fortaleza y unas ganas de no tirar la toalla que no tenía antes del accidente”, reconoce. “Ya no admito un no por respuesta”, añade. “Hubo un momento en el hospital que me vi destrozada y era muy duro tan solo imaginar mi nueva vida. Pero me di cuenta que había dos opciones: luchar y salir adelante o quedarte y lamentarte, pero eso no te va a sacar de ningún agujero”, cuenta.
Su cuenta de Instagram @a_de_atenea nació para “visibilizar que ante cualquier adversidad, se puede salir y todo es cuestión de actitud”, pero se ha ido convirtiendo en el reflejo del día a día de una deportista profesional y de “su esfuerzo, dedicación, constancia y perseverancia”. Se levanta de lunes a sábado a las siete de la mañana para hacer una hora de entrenamiento de fuerza en el gimnasio y dos y media de piscina en el Liceo. Y por la tarde, otra sesión, esta vez en la Solana, de nuevo de dos horas y media. No hay que nada que pueda con ella. Aunque los Juegos todavía se le resistan. “Los Ángeles ya están ahí a la vuelta de la esquina”, avisa.