El ejemplo de vida de Miguel: tiene ocho años, una traqueotomía desde los 17 meses y practica tres deportes
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El ejemplo de vida de Miguel: tiene ocho años, una traqueotomía desde los 17 meses y practica tres deportes

Intentó jugar al fútbol en un equipo, pero la normativa se lo impedía
El ejemplo de vida de Miguel: tiene ocho años, una traqueotomía desde los 17 meses y practica tres deportes
Miguel durante un entrenamiento de gimnasia | C. BLANCO

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Alexia Hermida espera en la puerta de una nave de A Grela a que su hijo Miguel salga del campamento de gimnasia. Como hay vacaciones escolares, cambia su rutina de actividades diarias, que ocupan todas sus tardes de lunes a viernes entre la gimnasia, el inglés, el breakdance y el skate, por una intensiva. Así tiene más tiempo para prepararse para las próximas competiciones. Ocho horas seguidas ha pasado en el interior del Terra Sport Academy, tantas como años tiene. Pero parece que no son suficientes. Al pequeño le sobra la energía. Es un torbellino de movimientos y palabras. De vida. Y eso que cuando tenía 17 meses, la muerte le robó siete minutos de ella. La traqueotomía con la que convive desde entonces es un recordatorio de aquel episodio que le tuvo 27 días en la UCI, más de tres meses en total de hospitalización, pero a la vez lo es también de su fortaleza, con el deporte como una de sus vías de superación.

 

7 MINUTOS
muerto estuvo Miguel Martínez cuando tenía 17 meses. Los médicos le salvaron, aunque desde entonces vive con una traqueotomía.

 

Lo más fácil para su madre hubiese sido meterle en una burbuja para que no le volviera a pasar nada. No ha sido fácil superar, mucho menos olvidar, lo ocurrido aquel 20 de diciembre de 2017. Estaba trabajando en el bajo del edificio donde vivía con sus padres  cuando vio llegar una ambulancia. “Decían que era un niño. Pero yo pensaba que sería otro niño, no el mío”, recuerda. Los médicos le recuperaron de una muerte súbita que, siete años después, todavía desconocen la causa. El pequeño Miguel había sufrido tres paradas. En una de ellas, estuvo siete minutos muerto, sin respiración ni latidos, por lo que era una incógnita las secuelas que pudiera acarrear para un cuerpo y un cerebro todavía en formación. “Dijeron que eso se vería con el tiempo”, comenta Alexia, enumerando una secuencia de hechos que se nota que ha repasado mil veces en su cabeza por más que en cambio le hubiese gustado borrarlos para siempre. “Y cuando le hicieron la traqueotomía, los médicos nos comentaron que tendría una vida diferente porque no iba a poder hablar, solo emitir sonidos, y que no iba a poder hacer muchas cosas”, añade.

 

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Miguel durante un entrenamiento de gimnasia | C. BLANCO

 

Nada más lejos de la realidad. “A los tres años ya empezó a hacer el mono y a hablar como un loro”, se ríe Alexia, acostumbrada a tirar sola hacia adelante (“del padre no sabemos nada desde que tenía nueve meses”) con el apoyo de sus padres, Carmen, fallecida el año pasado, y Miguel, y de sus hermanas. Una madre coraje que si por algo se caracteriza es por no darse por vencida con un no por respuesta y porque desde el principio fomentó la autonomía de su hijo, sin tratarlo como si fuera de cristal. “Nunca quise encerrarle. Siempre le dejé elegir lo que quisiera”, afirma. Lo peor que puede pasarle, dice, es que se le caiga la cánula y desde que es mayor ya sabe colocársela él solo. “Cuando era más pequeño había más problema porque se podía quedar sin respiración. Ahora aguanta”.

 

SKATE
Lleva un mes en una extraescolar del colegio y ya aprendió un par de trucos

 

Así que salvo por ese aparato en la mitad del cuello, Miguel es un niño completamente normal al que, como a la mayoría de los de su edad, le encanta el fútbol. Solo hay que pasarse cualquier día por la Plaza de Pontevedra para ver cómo le da patadas o corre detrás del balón. Este fue el deporte al que se apuntó en el colegio, pero no resultó todo lo inclusivo que le hubiese gustado porque se pasaba los partidos sin moverse del banquillo. “Por normativa no podía jugar y para verlo sufrir, preferí que probara otras cosas”, señala Alexia.

 

 

Más allá del fútbol

 

Lo primero que probó fue el baile. Se apuntó a una competición en la calle. El flow de Miguel llamó la atención de los profesores de breakdance, que le recomendaron a su progenitora que lo apuntara en la academia Danza10, donde empezó a entrenar con Anxo. “A nivel físico es un niño muy activo y no tiene impedimentos que lo diferencien de los demás, para nada, todo lo contrario”, comenta y reconoce que cuando lo vio entrar por la puerta de clase, sin saber de antemano que iba a ir un niño con traqueotomía, tuvo un poco de miedo: “Me asusté porque era la primera vez que me enfrentaba a esta situación y no tenía ni idea. Al principio iba con cuidado pero vi que hacía los mismos ejercicios y con la misma dificultad que los demás. Así que a partir de entonces, absoluta normalidad”. Para Anxo, contar con Miguel en sus clases es el mejor ejemplo de que no hay límites. “Él no se ve a sí mismo como un niño que esté limitado ni mucho menos. Vive con absoluta normalidad. La ilusión que tiene por lo que le apasiona es impresionante”, valora el docente.

 

GIMNASIA
Hace un mes fue a su primera competición. Y ya se prepara para las siguientes

 

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Entrenamiento de Miguel en breakdance

“Al principio nos preguntan cómo hacer, qué puede hacer, que no, con un poco de miedo. Pero una vez conocen a Miguel, ya lo dejan libre”, admite Alexia, que vivió un proceso parecido en la gimnasia, que conoció en una nave prácticamente al lado de Danza 10. “La primera vez que vimos a Miguel, su madre nos explicó un poco la situación y nos dijo cómo gestionarlo, pero con normalidad total”, explica Uxía Piñeiro, una de sus entrenadoras en el Terra Sports Academy. Allí el pequeño encontró su sitio, incluso para competir, que era algo que no había podido experimentar hasta entonces. Hace un mes fue a su primer torneo. Fue octavo en la general, sexto en caballo con arcos y octavo en el resto de los aparatos compitiendo contra niños sin ninguna discapacidad. “Él puede hacerlo todos sin problema”, indica Piñeiro. Así que en un mes repetirá en Sada y si se clasifica, tendrá que ir hasta Ponferrada. “Yo creo que en gimnasia Miguel se siente realizado, porque es una actividad complicadilla y él la hace como el resto de los niños. Nada diferente al resto”, analiza la entrenadora, que también bromea con que nunca se cansa y no le llegan las horas.

 

BREAKDANCE
Hace todo tipo de piruetas y ejercicios con la misma dificultad que el resto

 

Lo último en aparecer en su vida fue el skate, que hace los viernes en una actividad extraescolar del colegio Eusebio da Guarda. “Lleva poco tiempo, solo un mes y pico, pero ya empieza a hacer sus cosillas”, indica Luis, de la Vieja Escuela, el encargado de impartir las clases en el centro. Tres deportes que se complementan, que le permiten mover su cuerpo y  que además de servirle para demostrar que no existen barreras, le ayudan a socializar, le crean buenos hábitos y le convierten tanto en un ejemplo a seguir como en un paradigma para intentar cambiar las normas. “Me gustaría que en el fútbol se tuviera en cuenta a otro tipo de niños y que se cambien las normas y que tanto Miguel como otros niños como él o con otros tipos de discapacidad no sean apartados y que eso haga que se animen a hacer deporte”, indica Alexia Hermida, que también hace un llamamiento a las propias familias: “Yo sé que muchos padres sobreprotegen a sus hijos por una mínima discapacidad que tengan. Yo a mi hijo siempre lo dejé libre. Tienen que aprender por ellos mismos”. Y así hizo Miguel. Si un niño le decía que no podía jugar en el parque, buscaba a otro que le dijera que sí. Un vendaval que arrasa allá por donde va. 

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Miguel con su skate en la Plaza de Pontevedra

 

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