Irene Martínez: “Castigamos tanto el cuerpo que si me levanto sin dolor, creo que algo va mal”
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Irene Martínez: “Castigamos tanto el cuerpo que si me levanto sin dolor, creo que algo va mal”

Irene Martínez: “Castigamos tanto el cuerpo que si me levanto sin dolor, creo que algo va mal”
Irene Martínez | Quintana

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Hace unos meses que Irene Martínez (A Coruña, 1992) decidió regresar a casa después de quince años en el alto rendimiento con una exigencia tan alta que le agotó tanto física como mentalmente. No es un paso atrás, matiza, es un cambio que necesitaba para ser feliz. Y no se pone objetivos, pero tampoco límites.

 

A las puertas de París 2024, ¿son los Juegos Olímpicos su gran espina?
Cuando eres deportista te definen las etiquetas. Eres campeona de España, medallista europea, has ido a Mundiales… pero siempre está la pregunta: ¿Y has ido a unos Juegos Olímpicos? Y cuando dices que no, es como que caes desplomada, no te miran igual. A nivel imagen, mediático, son muy importantes. Y a nivel personal también. Es una experiencia que todos queremos vivir.

 

¿Se quedó más cerca de clasificarse ahora o en Río 2016?
Los de Río fueron los últimos que nos clasificábamos como equipo. Conseguimos una plaza, que aunque no tenía nombre, todas sabíamos que era para Lydia Valentín. Estaba lesionada pero aun así era mejor que todas. Creo que de los que me quedé más cerca, que no cerca porque realmente nunca llegué a estar cerca, pero sí que vi posibilidades, fue para París. Después me lesioné, mi categoría era dificilísima y las posibilidades cayeron.

 

¿En qué momento se dio cuenta de que se le escapaban?
Tenía que mejorar 20 kilos mi marca. En el momento que yo vi que no mejoraba ni 5… ya me di cuenta. Encima me empecé a lesionar, iba a una competición y mal, la siguiente también mal… se me acababa el tiempo, no mejoraba, cada vez iba a peor y ahí dije, no voy a ir a los Juegos.

 

No descarto ni veo lejos Los Ángeles 2028, pero no quiero fijarme objetivos 

 

¿Fue duro renunciar al sueño?
No fue duro porque ni me acerqué, no lo saboreé. Es mi espina, pero no es un trauma.

 

¿Le parece una locura pensar en Los Ángeles 2028?
No. El nivel ahora en España está subiendo mucho, vienen generaciones por detrás muy fuertes. A ver qué pasa, nunca se sabe. No lo descarto y no lo veo lejos.

 

¿Queda Irene para rato?
No lo sé. Cuando dejé León me preguntaban si me había retirado. Y la respuesta es claramente no. Pero ahora mismo tampoco quiero ponerme objetivos. Salí del alto rendimiento precisamente por eso, por vivir siempre con objetivos. Ahora lo que quiero es solucionar un par de dolores que no me están dejando entrenar. Así que a ver qué me va diciendo el cuerpo. A nivel nacional cien por cien que voy a seguir compitiendo con mi club. Y a nivel internacional, me gustaría volver con la selección. He cambiado la respuesta desde el principio hasta el final. Sí, todavía queda Irene. Para cuánto rato, no lo sé.

 

¿No fue un paso atrás dejar los centros de alto rendimiento después de 15 años, 13 en Madrid y 2 en León?
No es un paso atrás, es un paso a un cambio. En ningún momento estoy renunciando a ir a Europeos y Mundiales. Simplemente quiero cambiar.

 

Tampoco llega a un sitio con poca tradición en halterofilia.
Vengo a un club que es importante. A nivel instalaciones se va quedando pequeño porque ya tiene muchos niños y licencias. Y el espacio es reducido.

 

Y eso que se mejoró mucho. ¿Llegó a entrenar en la anterior sala, debajo de las gradas del estadio?
Sí, sí, yo entrené allí, en aquel cubículo que no sé ni cuántos metros cuadrados tendría. No había ni tarimas. Con unos ventanucos pequeños. Estábamos debajo de las gradas. Nos cagaban las palomas. Cuando fui con mis padres a apuntarme, no sé cómo me dejaron allí. El sitio tenía tela.

 

Entré en un bucle en el que ya ni me apetecía tocar la barra, necesitaba salir de ahí

 

¿Qué le puede aportar A Coruña que no tuviera ni en Madrid ni en León?
Yo soy una persona muy familiar, de mi gente. También muy solitaria. En ese aspecto no tuve muchos problemas. Lo que me llevó a hacer el cambio fue el hecho de tener más libertad. Notaba que me estaba forzando mucho a nivel físico y mental. Aquí, si no estoy bien, no voy a entrenar. Nadie me está obligando a ir. Aquí no tengo horarios, no tengo como quien dice jefe, puedo hacer lo que quiera. Lo buscaba, pero ahora me está costando mucho hacer ese cambio de mentalidad. Pero creo que es lo principal que me va a aportar estar aquí, esa tranquilidad de no estar forzada a entrenar. Además me gusta mucho el mar, la ciudad… el hecho de irme a pasear yo sola ya me va a aportar mucho.

 

¿Disfrutar del tiempo libre?
Todo tiene su momento. Durante todos estos años, lo que quería era estar allí dentro, solo pensar en halterofilia, entrenar-descansar y así siempre. Pero llegó un momento que mi cabeza hizo click y dijo que ya no le apetecía que mi vida fuera solo eso, que quería algo más.

 

¿Qué le provocó ese click?
Fue el momento en el que me lesiono, me empiezan a salir mal las competiciones, París se desmorona… y pienso, me he matado a entrenar durante dos años para ir a peor. Entré en un bucle en el que ya ni me apetecía tocar la barra. Dejé pasar el tiempo, porque podía ser una mala racha, pero las ganas no me volvían. Mi beca terminaba en julio. Entonces pensé en aguantar hasta junio, que es cuando era el Campeonato de España. Pero es que nada. Necesitaba salir.


¿El cansancio era más físico o mental?
Eran las dos cosas, se retroalimentaban. Si estás físicamente mal, pero mentalmente estás fuerte, puedes aguantar. Pero cuando la cabeza te falla, estás perdida.

 

¿Ha tenido muchas lesiones?
Graves solo tres. En 2019 en una muñeca, que me operaron. Cuando me fui de Madrid en 2021, estuve unos seis meses con un dolor de cadera. Y ahora antes de irme de León, en la otra cadera.

 

¿Castigan mucho al cuerpo?
En nuestro deporte el físico desgasta mucho. Nuestras lesiones son por repetición, por hacer todo el rato lo mismo.

 

Para los deportistas de verdad el dopaje es moralmente imposible, ni de broma lo haría

 

¿Convive con el dolor?
Yo creo que muchos deportistas no sabemos lo que es vivir sin dolor.

 

Ya lo dijo Rafa Nadal.
Me consuela. Incluso cuando te levantas por la mañana, sin dolor te preguntas qué está pasando. He llegado a un punto que cuando no tengo dolor, lo busco. Tu mente lo acaba echando en falta. Es fuerte.

 

¿Por eso y por el dopaje tiene mala fama la halterofilia?
Por las lesiones no tanto. Porque ya hay mucha gente que ha empezado a hacer crossfit. Por el tema del dopaje sí. Mucha gente se cree que para llegar a ciertos niveles te tienes que dopar sí o sí.

 

Hay muchos positivos, sobre todo en países del Este.
Son países en los que el dopaje es completamente normal. En Rusia el dopaje formaba parte del Estado. Aquí no.

 

¿Cómo se gestiona competir contra deportistas que se sabe que están dopados?
Da rabia, pero es algo que no puedes controlar. Tú sabes lo que hay y lo único que te queda es intentar levantar tú lo máximo posible y esperar a que den positivo. Es durísimo. Siempre hemos convivido con eso y siempre hemos tenido esa parte de enfado, tristeza y frustración porque por mucho que te mates a entrenar, nunca vas a poder ganar a los que van dopados. Tengo compañeros que lo han dejado.

 

¿Nunca tuvo la tentación?
¿De doparme? No sé ni cómo se hace. No sabría ni por dónde empezar. Además estamos súper controlados. Y nosotros somos unos cagados en ese sentido. Tenemos una botella de agua y si tenemos duda de si es la nuestra, la cambiamos. Pasamos tantísimos controles… la gente no se lo puede ni imaginar: en las competiciones, por sorpresa… he perdido la cuenta. Ni de broma. Para los deportistas de verdad es moralmente imposible. Además de que para la salud es algo malo. l

Irene Martínez: “Castigamos tanto el cuerpo que si me levanto sin dolor, creo que algo va mal”

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