Diego Epifanio: "Un entrenador no tiene que ladrar todo el día como un perro"
lll
17º-23º

Diego Epifanio: "Un entrenador no tiene que ladrar todo el día como un perro"

Entrevista con el técnico del Leyma Básquet Coruña
Diego Epifanio: "Un entrenador no tiene que ladrar todo el día como un perro"
Diego Epifanio gesticula durante la entrevista, en su despacho del Coliseum | Patricia G. Fraga

Usuario

“Esto es lo que menos me gusta de mi profesión”. Diego Epifano Carbonero (Burgos, 1978) bromea durante la sesión de fotos. Dice que no le gustan las entrevistas. Los 20 minutos pactados pasan volando. No mira el reloj. La charla se termina una hora después. Epi exhibe naturalidad, campechanía y tranquilidad pese al mal momento que atraviesa el Básquet Coruña: colista de la ACB con nueve derrotas seguidas y a diez días de recibir al Lleida en el Coliseum, el primer partido de los tres que juega en casa en un mes de marzo clave para la lucha por la permanencia.
 

La conversación avanza por caminos menos baloncestísticos. El entrenador se reconoce como un adicto a su trabajo, pero también un privilegiado, con un costoso peaje, eso sí: pasa mucho tiempo demasiado lejos de su familia. Durante los tres días de descanso que le dio a la plantilla viajó a Burgos para ver a su mujer, Yesi, y a sus hijos, Rodrigo y Bruno. Ya de vuelta en el día a día, defiende a los suyos y asegura que no necesita que le protejan. Le resbalan el que dirán y todo lo que no puede controlar. Se centra en cómo mejorar a su equipo, aunque asume que todo dependerá de si la pelotita pasa por el aro.

 

Nueve derrotas consecutivas. ¿Cómo le afecta?
Cuando hay derrotas es todo más difícil, pero me refugio mucho en el trabajo y no tengo tiempo para interactuar con mucha gente ni para pensar en otras cosas que no sean el equipo. El poco tiempo libre que tengo se lo dedico a mi familia y a mis amigos porque estoy lejos de ellos.

 

Son casi 500 kilómetros y cerca de cinco horas en coche. ¿Cómo lleva la distancia?
Es la peor parte. Dentro del acuerdo familiar que tenemos, ellos saben que esta es la forma con la que me gano la vida y por eso estoy fuera de casa, pero también lo hago por ellos, para darles el mejor futuro posible, junto con el trabajo que tiene mi mujer, claro. Me considero un privilegiado porque tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta: soy entrenador profesional en un club que me trata muy bien y en la mejor liga de Europa. Es idílico, pero tiene un precio: duermo fuera de casa más de 300 días al año. Se hace duro.

 

Mi trabajo es idílico, pero tiene un precio: duermo fuera de casa más de 300 días al año

 

Su mujer se lleva la peor parte.
Fue difícil de gestionar, sobre todo el primer año en Lugo [en 2019 asumió el banquillo del Breogán después de doce años como ayudante y primer entrenador en Tizona y San Pablo, los dos clubes de su ciudad]. Mi hijo pequeño tenía tres años y no entendía nada. Cada domingo, cuando venían a verme, no podíamos explicarle porque yo me quedaba allí y no me montaba con ellos en el coche. Mi mujer tiene todo el peso y toda la responsabilidad en la educación de nuestros hijos. Cuando yo estoy casi siempre soy el poli bueno. Es más difícil para ella, que pone las normas, y yo llego allí para romperlas. Gracias a la voluntad y al esfuerzo de mi mujer puedo estar aquí.

 

¿Cómo hacen para mantener el contacto?
Yo voy allí en días de descanso o cuando jugamos cerca de Burgos, como este año en Madrid o Vitoria. Ellos vienen a verme todos los fines de semana que jugamos en casa. Hacen un esfuerzo brutal porque mi mujer coge el coche los viernes al salir del cole y los domingos se vuelven después de los partidos. Y en los años de LEB Oro, que jugábamos por la tarde, llegaban de madrugada.

 

¿Y en la distancia?
Aprovechamos mucho el móvil para hablar por teléfono, aunque hemos restringido las videollamadas por las mañanas porque pasábamos demasiado tiempo haciendo el indio y los niños tenían que desayunar y prepararse para ir al cole (risas). Creo que hacen mucho más esfuerzo del que hago yo, pero para mí es muy duro porque allí tienen todo el entorno familiar y yo estoy solo.

 

Es el poli bueno en su casa. ¿En el vestuario es el poli malo?
Un entrenador no tiene ladrar todo el día como un perro. En el vestuario soy yo mismo. Lo digo todo a la cara, por mi forma de ser, y eso supone una situación de estrés, más exigencia y desgaste. Soy el que toma las decisiones, las fáciles y las difíciles: quién juega, quién no juega, cómo vamos a defender… Lo más difícil de ser entrenador es encontrar la línea entre ser justo a la vez que exigente y empatizar con los jugadores y con el staff, que no dejan de ser personas que tienen sus problemas y una presión porque tienen que rendir. Yo me esfuerzo mucho en encontrar ese equilibrio entre la confianza y la exigencia, entendiendo que mi misión es protegerles a todos en los momentos difíciles.

 

Lo más difícil de ser entrenador es encontrar la línea entre ser justo y exigente

 

¿Se siente cómodo en ese papel de protector?
Yo soy así. No es un personaje. También tengo mis cosas malas, mis reacciones que intento cuidar e intento ser cada vez mejor en mi relación con todas las personas que forman el club, con mi staff, con mis jugadores, con los árbitros, con los aficionados… Me esfuerzo mucho, pero a veces también sale mi personalidad. No me cuesta porque soy bastante natural en todo. Cuando estoy fastidiado me cuesta disimular y cuando estoy contento también. Intento mantener ese equilibrio y creo que me ayuda mentalmente. No me gustan los extremos, ni por un lado ni por el otro. Uno de mis objetivos es intentar decir siempre lo que creo y defender mis ideas a muerte. Y defender a los míos, pero eso no quiere decir que, de puertas para dentro, no les pegue cuatro gritos, siempre desde el respeto.

 

Epi protege a los suyos, ¿pero quién protege a Epi?
Siento que mi staff está siempre conmigo. Podemos estar de acuerdo o no, pero me siento apoyado por el club y por Charlie [Uzal, director deportivo] y muy respaldado por mis jugadores. No me siento solo, pero es muy difícil desconectar. Esa es la soledad del entrenador.

 

¿No es capaz de desconectar del baloncesto?
Cualquier persona que me conozca te diría que no. Mi ocio tiene que ver mucho con el básquet: mis hijos juegan y les voy a ver, vamos a ver otros partidos juntos, veo mucho básquet por la tele… No me da tiempo a desconectar porque siempre pasan cosas y siempre encuentro una manera de entrenar una cosa para mejorar al equipo o algún jugador que pueda tener un problema dentro del grupo o su rendimiento… Todo me preocupa y a todo le doy muchas vueltas.

 

¿Le da muchas vueltas a cada partido?
En cuanto acaba un partido ya estoy pensando en las estadísticas, las decisiones que he tomado y tres o cuatro cosas que necesito ver. O pongo el vídeo del partido al acabar o me doy de cabezazos contra la mesa. Tengo que volver a ver el partido de inmediato. Todo el mundo me dice que deje de hacerlo, que espere un poco para hacer el análisis en frío, pero yo no estoy frío hasta que lo veo cuatro veces.

 

O pongo el vídeo del partido nada más acabar o me doy de cabezazos contra la mesa

 

¿Se lleva el trabajo a casa?
Algún día veo algunas situaciones de partido aquí mismo [en su despacho], otras salgo a cenar, pero no es habitual, y a veces termino en casa. Pedro Martínez [actual entrenador del Valencia Basket y un currículum con más de 1.000 partidos en la Liga ACB] me dijo un día que después de los partidos siempre hay que cenar. Es una frase que me quedó clavada, pero yo necesito ver el partido antes de irme a cama para quitarme esas cosas que no dejan de hacerme runrún en la cabeza.

 

No tiene redes sociales. ¿Lee lo que dicen de usted?
No tengo redes sociales porque le he dado muchas vueltas y lo he sopesado. Creo que tienen muchas cosas buenas a nivel informativo. A nivel de básquet todo está en las redes sociales y esa parte a mí me gusta. E incluso creo que sería buena para mí como persona del mundo, para estar al día. Hay muchas veces que no me entero de lo que pasa, ni a un kilómetro ni a 300 kilómetros de mí. De la DANA, tristemente, me enteré a la noche siguiente. Me llamó mi mujer para saber qué tal estaban mis amigos de Valencia. Y le pregunté “¿Por qué?”. Por eso creo que las redes sociales te dan mucho a nivel informativo, pero si leyese todo lo que dicen de mí me afectaría a la hora de tomar decisiones y no podría perdonármelo. Y otra cosa: intentaría hacer el tuit perfecto cada vez que escribiese uno para que nadie pueda malinterpretar lo que yo digo. Sería un desgaste brutal. No tendría tiempo para vivir.

 

¿Y la prensa?
No os leo mucho ni os hago mucho caso (risas).

 

¿Se siente señalado o cree que su puesto está en riesgo?
Es parte del negocio, pero es algo que no me preocupa porque no depende de mí. Yo me meto mucha presión en las cosas en las que tengo capacidad de decisión. Yo sé que si Epi sigue o no como entrenador del Básquet Coruña depende de los resultados, pero no me puedo agobiar. No creo que me ayude nada pensar en que mañana me puedan echar. No me desgasta. ¿Por qué echan a un entrenador? Por los resultados, no porque no trabaje bien. Por no hablar de básquet, si en la final de la Champions un jugador mete un penalti es dios, pero si lo falla la culpa es del entrenador. Nosotros no podemos entrar ahí, tenemos que gestionar los estados de ánimo de los jugadores, del staff y de la gente que te rodea en el club.

 

No creo que me ayude pensar en que mañana me puedan echar, no me desgasta

 

¿Se preocupa mucho por el estado de ánimo de los jugadores más allá de la pista?
Intento no ser invasivo, pero me gusta ser accesible. En la primera reunión con la plantilla les digo que todos tenemos una vida y que tenemos que compaginar lo personal con lo profesional y cuanto más felices seamos en una u en otra faceta, más lo seremos en general. Yo me esfuerzo mucho por intentar que los jugadores sepan de antemano cuáles son los horarios de entrenamiento, cuándo son los días descansos, de intentar poner unas normas… Y a partir de ahí intento facilitar que puedan compaginar la vida personal con la profesional.

 

¿Habla mucho con los jugadores o hablan ellos con usted?
Intento hablar con ellos, pero no todos somos iguales. Hay jugadores muy receptivos a la conversación y otros más distantes por sus experiencias y por su forma de ser. Hay gente más comunicativa, con más capacidad para empatizar, gente más positiva, otra más pesimista…

 

¿Cuál es el jugador con el que más trata en el día a día?
Fuera de la pista con Álex [Hernández]. Es una persona que entiende muy bien lo complicado que es ser entrenador y acepta muy bien la responsabilidad de ser jugador.

 

¿Y en la pista?
Con Brandon [Taylor]. Es el base y es una persona que necesita comunicarse constantemente. Es muy receptivo a la corrección y a la vez le gusta mostrar su opinión. Ese feedback es bueno para un jugador y un entrenador.

 

Heurtel es una persona que tiene las ideas muy claras y es muy coherente con lo que dice

 

¿Y con Thomas Heurtel? 
He hablado varias veces con él porque cuando llega alguien nuevo tienes que entender muchas cosas. No por la leyenda de Thomas Heurtel, sino porque lo hago con todos para mejorar la comunicación en el día a día y para saber qué cosas le gustan más o menos. En el cara a cara es se puede mantener una conversación con él y me parece una persona que tiene muy claras sus ideas y es coherente con lo que dice. Lo que ha pasado hasta aquí en su carrera no me condiciona. Si no a él también le podría condicionar y me diría “Epi, debes ser el peor entrenador que me ha entrenado en mi vida porque eres el que menos currículum tiene”.

 

¿Diría que es el jugador con más talento de los que ha entrenado?
He tenido muchos, pero es evidente que es un jugador superlativo. Tiene un talento brutal con el balón para mejorar a sus compañeros, pasa muy bien el balón, tiene una capacidad para anotar y una toma de decisiones muy rápida. Yo soy un entrenador enamorado de compartir el balón y del pase, de hacer cualquier cosa para mejorar a los compañeros… Además de mucho talento tiene un carácter fuerte y ganador. Tenemos que intentar que esas dos cosas estén siempre en la columna de ayudar y que no signifique una desventaja para nosotros. Está haciendo todo lo posible para que el equipo gane.

 

¿Le da miedo que repita un partido como el de Badalona [18 asistencias dio el francés] y venga un equipo de Euroliga a por él?
No podemos pensar en que lo haga muy mal para que se quede. Necesitamos que los que están con nosotros lo hagan lo mejor posible y nos ayuden a ganar. Cuando vinimos de Lleida la gente decía ‘Cuidado, que se llevan a Trey’. Yo pienso de otra forma: ojalá su trabajo y su repercusión les lleve a ellos a tener más opciones en el futuro y a nosotros a ganar más partidos.

 

¿Después de la temporada del ascenso ha notado cierta decepción en el entorno?
Lo mejor que le ha pasado al Básquet Coruña es ascender, pero esta temporada hemos pasado a ser un equipo de los de abajo. Y cuando estás ahí abajo es muy difícil, muy duro. Aquí caben todo el mundo y todas las opiniones, pero siempre desde el respeto. Las dictaduras no son buenas. A mí me encanta hablar y discutir de básquet con la gente. Necesitamos a todos: a los críticos y a los que no son tan críticos. Cualquier persona que esté dispuesta a pagar una entrada del Básquet Coruña, a comprarse la camiseta o a hacer un viaje para apoyar al equipo se merece todo nuestro respeto. No nos puede afectar que nos digan que somos guapísimos ni que somos feísimos. Lo que tenemos que hacer nosotros es que los aficionados se sientan a gusto. Y luego cada uno que saque sus conclusiones.

 

Hemos copiado lo peor del fútbol: las ventanas no son buenas para los jugadores ni para los proyectos

 

¿Cómo le afectan las ventanas FIBA?
Es un orgullo para los jugadores que van con sus selecciones y para nosotros, que tenemos tres internacionales en el equipo, pero creo que está mal montado. Hemos copiado lo peor del fútbol: el invento de las ventanas no es bueno. No es bueno para los jugadores, que ahora afrontan una carga distinta de trabajo, una exigencia distinta, más kilómetros, menos descanso…Y es un virus que le afecta a todos los clubes por igual. Que unos jugadores se tengan que ir a mitad de la temporada es malo para los proyectos porque son los que sustentan los salarios. Hay que darle una vuelta. Antes las selecciones jugaban en verano: se hacían los preolímpicos, preeuropeos, Mundiales... Cada año había un torneo y todos podíamos disfrutar durante la temporada de nuestro equipo y en verano de las selecciones.  

 

Pierde a tres internacionales, se lesiona Gus Lima, Thomas Heurtel se entrena al margen y Ángel Núñez todavía no ha llegado. No tiene una semana tranquila.
La parte de la temporada en la que estuvimos todos el equipo compitió muy bien. Hasta Girona nos llevó la ola de lo que habíamos hecho las ocho semanas anteriores. Luego se nos ha complicado. Con la lesión de Gus, la de Phil, la salida de LJ y la gripe tuvimos pocos efectivos varias semanas y eso nos costó mucho en el día a día. A ver si somos capaces de mejorar eso para implementar nuestro rendimiento.

 

¿Le preocupa la recaída de Gus Lima de la misma lesión?
No soy médico, pero no es la misma lesión, aunque es verdad que la parte afectada tiene que ver con la lesión anterior. Creo que tenemos los mejores servicios médicos del mundo y los recuperadores, tanto Gus, como Bruno, como Edu hacen un trabajo genial. Está en las mejores manos posibles, pero para nosotros es un hándicap porque las semanas que mejor hemos entrenado han sido las que tenemos los tres cinco.

 

"Un buen menú: morcilla, pulpo y chuletón con patatas"

Epi estará siempre marcado por su apodo, el mismo que recibía uno de los grandes jugador españoles de los años 80, en el Barça y en la selección. El técnico del Leyma Coruña muestra su lado más personal en un cuestionario para concerle un poco mejor.

 

¿Cúal es su idea de felicidad perfecta?
A nivel personal me conformo con poco: estar con mi gente en un sitio tranquilo. A nivel laboral sería entrenar a un equipo en la ciudad donde vivan mi mujer y mis hijos.

 

¿Qué habría sido Diego Epifanio de no ser entrenador de baloncesto?
Estudié para ser profesor, pero me habría aburrido mucho.


¿Un lugar para vivir?
Jaramillo de la Fuente, a unos 50 kilómetros de Burgos, cerca de la montaña. Es el pueblo de mi mujer, tenemos una casa y pasamos allí los veranos.


¿Y uno para viajar?
Quiero volver con mis hijos a Nueva York.

 

¿Un rincón preferido de A Coruña?
Mi primer y segundo año aquí iba caminando desde mi casa hasta O Portiño. Me ayudaba mucho a desconectar. Esta temporada no he ido ni una vez.


¿Un plato favorito?
Un buen menú: morcilla y pulpo de primero y chuletón con patatas de segundo.


¿Y algo que no comería?
Mejillones. Cuando venía a Galicia de pequeño comía mejillones a todas horas, hasta que un día me sentó uno mal. Llevo 30 años sin probarlos.


¿Qué música escucha últimamente?
[Saca el móvil y consulta su lista de Spotify con el nombre Básquet Coruña] Lori Meyers, Extremoduro, los Beatles, Los Planetas, Green Day, Sexy Cebras, Arde Bogotá, El Drogas… Me gusta todo lo que tenga guitarra y batería.


¿Pelis o series?
Me gustaba muchísimo el cine. En Burgos iba siempre el día de descanso con mi familia. Esta temporada he ido solo una vez a ver El Rey León con mis hijos. No soy muy fiel a las series, estoy siguiendo Prime Target.


¿Un ídolo de la infancia en el baloncesto?
Que al mejor jugador de baloncesto de los años 90 en Europa le llamen igual que a ti marca inevitablemente. Entonces ya me llamaban Epi, igual a mi abuelo y a mi padre. También me gustaban mucho los Jofresa, más Tomás que Rafa.

 

¿Y un entrenador que le haya inspirado?
Andreu Casadevall, con letras mayúsculas. Estuve nueve años de ayudante con él y siempre digo que hay matrimonios que duran menos. Por su carácter, su esencia de entrenador y porque me dio mucha capacidad para hacer cosas y tomar decisiones es el que más me ha marcado.

Diego Epifanio: "Un entrenador no tiene que ladrar todo el día como un perro"

Te puede interesar