“¡Dime que te lo has estudiado porque no me creo que te acuerdes de todo eso!”, bromea Carlos Ferreiro con Ignacio González que, como capitán que era no suelta los galones y va narrando paso por paso cómo el Dominicos dio la gran sorpresa al proclamarse campeón de España juvenil en 1975, hace ahora cincuenta años. Lo que en el actualidad parece algo normal, no cotidiano pero casi, en aquel momento era una auténtica proeza, inimaginable hasta la fecha. Se trataba del primer título del gallego, el que hizo creer que era posible plantar cara al poderío catalán, el que abrió el camino. “Hay un título que solo podemos tener nosotros, ser los pioneros, los que abrimos las puertas. Después el Liceo lo ganó todo y más. Pero nosotros fuimos los primeros”, ratifica con orgullo Naci.
Él y cinco de sus compañeros (solo faltan su hermano Necho por compromisos familiares y los porteros, Ces Varela y Bartolo, a los que tienen ilocalizables) vuelven por un día al patio del colegio con la copa. Son Diego Lazo, José Luis Esqueira, Carlos Ferreiro, Jorge González y Jesús Augusto. Los niños la ven y no pueden evitar acercarse para tocarla por más que sus entrenadores les griten para que mantengan el orden. Hoy los siete volverán a verse. Primero irán a comer todos juntos y después se encargarán de hacer el saque de honor del partido entre el Dominicos y el Oviedo (Monte Alto, 16.10 horas) que puede certificar la salvación de los de la Ciudad Vieja después de un año muy complicado. Una victoria y los blanquinegros serán otro año más equipo de OK Plata. No es un título esta vez, pero como si lo fuera.
Los asturianos también eran sus rivales hace cinco décadas. “El Cibeles siempre nos dejaba fuera de los Campeonatos de España, solo se clasificaba un equipo, no dos como ahora”, recuerda Jorge González, el pequeño de los hermanos y de la plantilla que mezclaba a jugadores de varias generaciones, ya que la categoría juvenil comprendía cuatro años, y todos salidos del colegio menos Augusto, que venía de Navarra, en principio para patinaje de velocidad, aunque acabó en el hockey.
Para todos, por tanto, era su debut nacional y nadie contaba, por más que fueran los anfitriones, con que aquellos nueve gallegos se les fueran a subir a las barbas. “El Horta vino de paseo”, dicen. “El factor cancha fue decisivo”, opina Ferreiro, “nos ponemos muchas flores, pero si el campeonato no llega a ser en Coruña, posiblemente no hubiéramos ganado”. “Pues probablemente no, porque el Laietano tenía mejor plantilla, pero a un partido todos corremos igual”, responde el capitán.
El torneo tuvo como escenario la Polideportiva de Riazor. “Y estaba llena, pero cuando se dice llena, es que había gente hasta en las escaleras de arriba”, apunta Esqueira, que con Naci acabaron como máximos goleadores por delante de nombres como los de Luis Garvey y Kiko Alabart, aunque no se ponen de acuerdo. “Ocho los dos”, dice uno. “Tú uno menos”, contesta el otro. Eran ocho equipos divididos en dos grupos. Solo el primero pasaba a la final y el Dominicos venció al Canario en el partido inaugural y después se impusieron al Stadium Casablanca. En el último se enfrentaba al Horta, que se la jugaba a todo o nada porque había pinchado en la jornada inaugural.
“Fue el partido más tenso y saltaron más que chispas, con entradas muy duras. Pero se ponía todo el público de pie”. Metiendo presión para terminar con un empate a dos que les daba el pase a la final. Y en ella, contra el Laietano, acabó en los penaltis. Más épica imposible porque hizo falta hasta tres tandas de cinco tiros cada una. En la primera, marcaron dos cada uno. En la segunda, solo uno. En la tercera, Ferreiro y Esqueira acertaron sus lanzamientos. Naci, preparado para tirar el último, ya no tuvo ni que actuar. Eran campeones. “Y nos fuimos de carallada”, se ríe Jorge González.
“En ese momento en Galicia había 200 licencias. En Cataluña, seis mil. Esa es la verdadera dimensión de lo que conseguimos”, reflexiona Augusto. ¿Fue ahí dónde se empezó a forjar el carácter especial de los jugadores de Dominicos? “No”, responden casi al unísono y miran hacia el colegio, para el patio, ahora cubierto, no todavía en su época, como el germen de la leyenda de los indomables. “Ahí había cien niños”, señalan. “Nosotros éramos otros tantos y nos soltaban una bola y a luchar. Había una gran competitividad”, explican.
Después del éxito, la mayoría, que ya estaba en su primer año de carrera universitaria, se desvinculó. Diego Lazo se fue al Deportivo y al Liceo y volvió a casa ya como entrenador, haciendo carrera en los banquillos. A los mayores de los González y a Esqueira todavía les quedaría por hacer un último servicio al club, el ascenso a División de Honor en 1979. Eso lo celebrarán dentro de cuatro años. Ahora toca hacerlo por el honor que nadie podrá quitarles: ser los primeros.
Se busca a los porteros: Ces Varela y Bartolo
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Cada vez que el Dominicos que se proclamó campeón de España juvenil en 1975 se junta para conmemorar su éxito, siempre pasa lo mismo. Nadie sabe nada de los porteros, Ces Varela y Bartolo, a los que sus compañeros han perdido la pista. “Pero nos gustaría encontrarles, ojalá pudieran venir a la comida del domingo o a las siguientes”, indican. “Es que los porteros siempre fueron un mundo aparte en el hockey”, bromean.
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