El 12 de mayo de 1984 el Liceo inició su historia en Europa en la máxima competición continental (había ganado dos años antes la CERS y el anterior disputado la desaparecida Recopa). Cuatro décadas después de aquella victoria por 10-3 frente al Lichtstad neerlandés, con otros cien triunfos, 32 empates y 66 derrotas por el medio, el conjunto coruñés se convertirá este jueves contra el Dinan Quévert (Palacio de los Deportes de Riazor, 20.30 horas) en bicentenario. Será el partido número 200 en su trayectoria en la Copa de Europa, Liga Europea y ahora, WSE Champions League, las distintas denominaciones que ha tenido una competición que los verdiblancos llevaron a sus vitrinas en seis ocasiones, el tercer club más laureado (el Barça tiene 22 títulos y el Reus, 8): 1986-87, 1987-88, 1991-92, 2002-03, 2010-11 y 2011-12. Ya va a hacer trece años de esa última conquista. Recuperar el cetro europeo, en un contexto socioeconómico complicado y diferente, es uno de los objetivos a corto y medio plazo.
Desde aquel duelo desigual contra el Lichtstad al último, la victoria de hace una semana frente al Valongo, han sido 199 capítulos con 42 rivales y visita a diez países, con escenas y momentos inolvidables. Sin embargo, el primer título se resistió. En su debut (1983-84) se quedó a las puertas, perdiendo la final contra el Barça (6-2 en el Palau y 3-2 en A Coruña). Los dos siguientes años no se clasificó y en la 1985-86 fue apeado en cuartos por el Novara. El Liceo ya lo había ganado todo, pero seguía sin reinar en Europa. Hasta el curso 1986-97. Eliminó al Montreux en cuartos y al Vercelli en semifinales, citándose con el Porto en la final. En la ida, se impuso a domicilio por 2-4, los cuatro goles de Martinazzo. Remató en la vuelta con un 4-3 en el que anotaron Alabart (2), Martinazzo y Figueroa para que Alberto Areces se pudiera retirar levantando la primera copa europea.
“Veníamos de ganar Mundiales, estábamos en la plenitud de nuestro juego y ganarle al Porto en aquella final fue lo máximo. Martinazzo jugó un torneo impresionante. Pero aquel año lo teníamos todo en todos los puestos y el objetivo estaba por encima de las individualidades, eso fue determinante”, recuerda Mario Rubio en el libro Liceo: 50 años, 50 miradas. “Teníamos una espina clavada con Europa”, reconoce Kiko Alabart en las mismas páginas. “Llegamos a la final contra el Porto y allá ganamos 2-4. Y aquí fue un partido espectacular y ganamos otra vez 4-3. Esos días había mucho ambiente en la ciudad. Me dejaban notas en el coche incluso. Salimos a tope porque estábamos presionados por ganar. Éramos muy competitivos, gente que estaba muy lejos de sus casas, de sus familias, de su entorno y se había juntado con un sueño, que era jugar bien al hockey y ganar títulos. El Liceo nos ofreció esa posibilidad”. Y Fernando Pujalte añade: “Siempre he pensado que la gran diferencia en esa Copa de Europa estuvo en la portería: Todos los jugadores sumamos mucho, sobre todo los más expertos, pero Huelves estuvo espectacular”.
Eran los años del Dream Team y el Liceo repitió éxito al año siguiente (en dos cursos solo se les escapó la Copa del 86 y la Liga del 87). En esta ocasión, reeditó la final con el Porto en cuartos de final; después se deshizo del Thunerstern suizo en semifinales para encontrarse con el Novara italiano en la final. Tras perder 2-1 en la ida, remontó en la vuelta en A Coruña, donde se impuso por 4-1 con tres goles de Alejandro Avecilla y otro de Martinazzo.
El Noia, por dos veces, y el Monza en las temporadas siguientes apartaron al equipo coruñés de la lucha por ampliar su palmarés hasta la 1991-92. De nuevo el Thunerstern se cruzó en el camino liceísta, esta vez en cuartos. Otra vez el Porto, en semifinales, con doble victoria verdiblanca. Y en una final igualadísima le tocó el Seregno italiano de los hermanos Mariotti. En la ida el Liceo ganó por 6-7 en territorio contrario. En la vuelta, el partido terminó en tablas (2-2), lo que dio a los locales su tercer entorchado continental.
Pasó una década antes de la siguiente celebración (2002-03), pero quizás una de las más especiales al ser en casa. La competición cambió de formato, en vez de eliminatorias, una primera ronda, fase de grupos y final a cuatro, que se celebró en A Coruña. “Dos años antes se nos había escapado el título en la prórroga contra el Barça en Sevilla en una pista horrorosa”, recuerda Facundo Salinas, “pero la Champions de 2003 fue a nivel equipo, club y ciudad algo imposible de explicar para que se entienda lo que se pudo llegar a sentir en la pista”.
Después de una semifinal contra el Barça decidida en los penaltis, estos también dictaron sentencia en la final frente al Igualada tras el 3-3 en el tiempo reglamentario. Cuando el argentino se plantó ante el portero contrario sabía que en su stick estaba el título. Si marcaba, euforia. Si fallaba, habría que seguir tirando: “El Palacio era una caldera pero en el momento en que cogí la bola fue como ponerme unos cascos y no oír nada. Era la bola, el stick y yo. Sabía dónde estaba la portería, lo que iba a hacer Llaverola y dónde la tenía que poner. Y al final no lo hice como pensaba porque mordí la bola, pero fue a media altura, le pasó entre las piernas y gol”.
Como la historia es cíclica, a este momento le sucedieron años en el desierto, algunos incluso sin participación (aunque llegó hasta semifinales en 2008 y 2009). Solo estaba cogiendo impulso para un reinado a lo grande. El Liceo encadenó Copa CERS (2009-2010), dos Ligas Europeas (2010-11 y 2011-12), una Supercopa de Europa (2012-13) e Intercontinental (2012-13), además de una Liga (2012-13). En Europa los coruñeses extendieron su dominio encadenando dos coronas, lo que solo el Barça pudo repetir desde entonces. La primera, en Andorra, donde eliminó al Noia (7-4) y al Porto (3-3, 1-2 en penaltis) y batió al Reus en la final por 7-4. La segunda, en Lodi, con victorias frente al Candelaria (2-4), el Valdagno (3-5) y el Barça por 2-4 en una final apoteósica.
Desde entonces el Liceo no se volvió a acercar a los títulos, cayendo en cuartos de final en seis ocasiones con Barça (2), Porto, Vic, Benfica y por última vez Reus en 2018 como verdugos. De nuevo está cogiendo impulso. Desde el club no ocultan que la reconquista de Europa es una de sus principales ambiciones. Este año ya está a las puertas de, al menos, llegar a los cuartos de final.