Sean Smith, el coruñés nacido en las antípodas
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Sean Smith, el coruñés nacido en las antípodas

Sean Smith, el coruñés nacido en  las antípodas
Sean Smith, exjugador y actual entrenador del primer equipo masculino del CRAT | Carlota Blanco

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31 de diciembre. Mediodía. Los veteranos del CRAT A Coruña se reúnen en una cervecería. Brindan por el fin de año neozelandés. Es una tradición que se instauró desde que Sean Lionel Smith O’Sullivan (Tokoroa, 1967) llegó a nuestra ciudad. “Llevaba de viaje por todo el mundo con un amigo casi dos años, pero cuando conocí a Paloma tiré del freno de mano”, ríe el exjugador y entrenador del primer equipo masculino, una institución del Arquitectura y un coruñés más, pero que no pierde el acento británico.


Paloma es su esposa, la mujer que le enamoró y la razón por la que se quedó a vivir en A Coruña. Con una condición, eso sí. Que le buscase un equipo de rugby. “El hijo de unos amigos de sus padres jugaba en el CRAT y de las primeras personas que conocí fue a Maxi Casares, fundador del club, un mítico. Enseguida me hicieron un hueco. Yo quería jugar”, rememora.

 

SAMOA
Durante su infancia se curtió en la Polinesia ante físicos más desarrollados


“Llegó sin saber nada de español, lo metimos en el bus y nos fuimos a jugar a Lousã, en Portugal. Nos dio un salto de calidad tremendo, marcaba las diferencias. Era un líder en el campo y un tío muy placador”, recuerda Humberto Ramírez, compañero de Smith durante años en el primer equipo y actual director deportivo del club. Sean comprobó en unos minutos que el rugby en Nueva Zelanda y en España eran dos cosas distintas: “En el primer partido hice cinco ensayos y en el de vuelta, siete. Yo solo. Creo que ganamos de setenta y tantos. ‘¿Dónde me he metido?’, pensé”.


El neozelandés de 57 años se instaló definitivamente en 1988, cuando se casó y terminó su contrato laboral en Inglaterra. Tenía 20 años. Lleva más de media vida en A Coruña. “Cuando voy a Madrid me llaman gallego, soy totalmente coruñés”, ríe el entrenador del CRAT, que ya no piensa en volver a su país por una cuestión pragmática: “Perdería todo lo que he cotizado aquí”.


El rugby no le ha dado de comer a Smith, profesor de inglés para empresas y particulares. Entre sus alumnos, un ilustre del deporte coruñés: Dava Torres, capitán del Liceo. Y uno que lleva el mismo camino: Jacobo Copa, el último fichaje del equipo verdiblanco.

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Sean ( a la izquierda junto al portador del balón), durante un partido en el antiguo campo de A Torre |  CEDIDA


No solo se ha dedicado a la enseñanza. El neozelandés se buscó la vida en su viaje por todo el mundo con su amigo Chris, pero todo comenzó en    Tokoroa, una pequeña ciudad en el centro de la isla norte y que vive de la madera. Allí entró en contacto con su primer oval, pero donde se enganchó definitivamente fue en Samoa.


"Para un niño, una isla del Pacífico era un paraíso", recuerda Sean, que se tuvo que medir a físicos mucho más desarrollado que el suyo: “Es donde me hice duro. Con 11-12 años jugaba con chicos enormes y, como era el único blanquito, me zurraban por todos lados, pero me daba igual (risas)”.

 

ENSEÑANZA
Da clases de inglés y entre sus alumnos cuenta con Dava Torres, capitán del Liceo


A los 13 años volvió a Nueva Zelanda, concretamente a Auckland, donde terminó la educación secundaria antes de emprender el viaje que le llevó hasta las antípodas. "En los países anglosajones, a los 18 años nos solemos tomar un año sabático, para viajar, conocer mundo. En aquel entonces existía un billete mundial: tres continentes y dentro de cada continente, tres vuelos”, expone.


El primer destino fue Australia, se pasó más de un mes trabajando en la construcción para ganar un dinero. Curiosamente en el país vecino fue en el único que no disfrutó del rugby, el leitmotiv de su viaje, que continuó en Papúa Nueva Guinea, Hong Kong, China, Pakistán y la India, donde  se alojó en casa de un compañero de clase: “Tenía un colega que estudiaba con nosotros, era hijo de un antiguo rajá. Fuimos a visitarle y vivimos como reyes (risas)”, rememora.


De Asia dio el salto a Estados Unidos: tres semanas trabajando en Los Ángeles y un destino pactado, New York: “El tío del Chris –su compañero de viaje– vivía allí desde los años 70, había hecho mucho dinero y fundó el New York Rugby Club. Nos dejó un apartamento en Manhattan, entrenábamos por la mañana a los chicos y por la tarde nos tocaba a nosotros”.

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El neozelandés, tras un encuentro disputado en Gijón | CEDIDA


Sean consiguió un permiso de trabajo para tres años en Inglaterra, su siguiente destino, y después de año y medio en Londres, se pegó una gira de casi siete meses por toda Europa, el norte de África, Asia... “En mi pasaporte tengo el sello de Checoslovaquia, Yugoslavia o el Checkpoint Charlie [el punto de control más famoso en el Muro de Berlín]... Estuve en países y lugares que hoy ya no existen”.


La última parada fue en A Coruña, donde echó raíces y donde fue testigo del cambio en la sociedad española y protagonista en el crecimiento del rugby gallego. “Cuando llegué aquí querían hacer el X, Y, Z del rugby, pero ni siquiera sabían hacer el A, B, C. Había mucha pasión, pero faltaba la base. Yo empecé a jugar en Nueva Zelanda a los cinco años y aquí me encontré a gente que empezaba con 16 o 17 años”, abunda Sean, que recuerda una anécdota en uno de sus primeros partidos, en el siempre difícil campo de Lalín.


“Le robé el balón a un chico y me fui corriendo por el ala... La madre de ese chico me pegó una hostia con el paraguas. “No le puedes hacer eso a mi hijo”, me gritó”, ríe el neozelandés, que marcaba las diferencias tanto por su talento en el deporte como por su calidad humana. “Era y es muy buen jugador, pero diría que es mejor persona. Siempre que tenía algún problema con jugadores, he tirado de él y me ha ayudado siempre”, desvela Humberto Ramírez.

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Celebración del fin de año neozelandés con Sean Smith  |  CEDIDA

 


Smith quiere creer que algo tuvo que ver en la evolución del rugby en Galicia, pero es humilde y enseguida desvía la conversación hacia los avances en España. “Está cambiando, sobre todo en las categorías inferiores. Ahora hay niños que empiezan con 10 o 12 y cuando llegan a sénior tienen unos fundamentos que aquí no existían. Ha evolucionado muchísimo y hay más fichas de lo que la gente se cree: unas 15.000. Es una muy buena base, pero en el paso a sénior es donde están las diferencias con las grandes potencias”, arguye.


La problemática está en el carácter amateur del rugby, que no ofrece una salida a los jóvenes pero exige un alto nivel de compromiso. “El problema es mantener a los jóvenes, que cuando cumplen 18 años se van a estudiar fuera y no tenemos nada para convencerles. ¿Qué falta? Dinero. Para jugar a nivel nacional necesitas un cuerpo técnico grande y 23 jugadores. Mover a 30 personas no es nada fácil”, lamenta.


El deporte oval ha cambiado y el coruñés nacido en las antípodas también: “Maduré muy rápido porque vivir fuera de casa desde tan joven te da algo de callo. En tantos años he ganado experiencia, pero sigo aprendiendo cada día. Nunca te puedes cerrar puertas”, reflexiona el neozelandés que echó el freno en A Coruña para cambiar el rugby y las costumbres del CRAT.


Desde que llegó se junta cada 31 de diciembre con sus compañeros del club para brindar por el año nuevo de otros países. A las doce, por Nueva Zelanda, a la una, por Samoa, luego por Japón, y así hasta que el cuerpo aguante... Un tercer tiempo para toda la vida. 

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Con el oval en su etapa final como jugador en Acea da Ma |  CEDIDA

 

Sean Smith, el coruñés nacido en las antípodas

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