Los colectivos LGTBI y ONG pro Derechos Humanos presionan sobre el gobierno alemán para que desaconseje viajar al mundial de fútbol de Catar, un país donde sigue vigente la pena de muerte y donde la homosexualidad está prohibida.
Unas declaraciones del embajador del Mundial catarí, el exinternacional Khalid Salman, a la televisión pública ZDF desataron las alarmas sobre una situación que, en rigor, no debería extrañar. Salmar calificaba de “enfermedad mental” la homosexualidad y argumentaba que es “haram” (prohibido por la religión).
El embajador hablaba en tono distendido al entrevistador, autor de un extenso reportaje titulado “Catar. Asunto Confidencial”, donde se recordaban los “regalos” cataríes, antes y después de la adjudicación de torneo.
A modo de ejemplo, se detallaba el caso de dos relojes rolex -de valor estimado en unos 92.000 euros-, recibidos por el hasta hace un año presidente del Bayern Múnich, Karl-Heinz Rummenigge.
Nada de eso era “desconocido”, comentó a EFE Alfonso Pantisano, de la Asociación de Lesbianas y Homosexuales (LSVD) de Alemania. Ni la posición de Catar respecto a la homosexualidad ni la presunta corrupción que envolvió la adjudicación del torneo por la FIFA, presidida entonces por Joseph Blatter -quien ahora reconoce como “error” esa decisión-.
“La frase de Salman simplemente explica la postura catarí sobre los homosexuales”, recuerda Pantisano. En Catar, la homosexualidad se tipifica como “sodomía” y está prohibida, así como cualquier expresión pública de esa orientación sexual.
El LSVD reclamaba el boicot al Mundial catarí desde mucho antes de las declaraciones de Salman. A raíz de éstas, apremiaron al gobierno alemán a desaconsejar viajar a Catar a los miembros del colectivo LGTBI.
La ministra de Interior y Deportes, la socialdemócrata Nancy Faeser, considera garantizada la seguridad de todos los visitantes. “Las competencias corresponden al ministro del Interior y a la vez primer ministro del país”, insiste la ministra, quien la semana anterior estuvo en Catar para obtener garantías de seguridad de sus autoridades.
A Faeser no debió resultarle agradable la visita. Unas recientes declaraciones suyas criticando la celebración del Mundial ahí, merecieron una queja a escala diplomática catarí.
A las declaraciones de Salman reaccionó la ministra Faeser expresando su “estupor”, lo que volvió a “molestar” a Catar. La última versión de las advertencias al viajero del Ministerio de Exteriores ante el mundial, actualizada el miércoles, incluye apenas tres líneas relativas al colectivo LGTBI.
A Catar se le considera el país más estable de la región. Pero sigue entre los 52 países “retencionistas” en cuanto a la pena de muerte, según la terminología de Ensemble contre la Peine de Mort (ECPM), organización que la próxima semana celebrará su congreso mundial en Berlín.
Por “retencionistas” se entiende los países donde sigue vigente la pena de muerte. Su congreso anual, que abrirá la ministra alemana de Exteriores, la verde Annalena Baerbock, pondrá el acento en China, Irán, Arabia Saudí y Siria, en el incremento de las ejecuciones de mujeres -un 20 %- y en el hecho de que 11 países “retienen” la pena de muerte por homosexualidad.
A Catar no se le considera de riesgo extremo. La última ejecución en Catar fue en 2020, mientras que en Arabia Saudí se estima en 65 el número de ejecuciones correspondientes a 2021 -entre lapidaciones y decapitaciones-; en Irán se tiene constancia de 333 el año pasado, entre fusilamientos, lapidación y ahorcados.
Exteriores considera “suficiente” la advertencia de su web. Pero parece claro que a los ciudadanos de esta potencia futbolística europea no les atrae este Mundial: un 56 % de los encuestados por la televisión pública ARD -cadena que emitirá el Mundial junto con la ZDF- afirma que no piensa ver ni un partido.
Otro sondeo del dominical “Frankfurter Allgemeine Zeitung”, mostraba que un 65 % de los alemanes rechazan la adjudicación a Catar; un 82 %, por la situación de los DDHH en ese país, mientras que el resto porque hubo que trasladarlo al invierno.
“No se puede festejar el fútbol sobre estadios cuya construcción costó la vida a más de 1.000 personas”, apunta por su parte en su mensaje dominical el obispo evangélico de Berlín, Christian Stäblein