El día 16 será el último concierto de La Banda del Camión. En la Sala Garufa, con todas las entradas vendidas. Se despiden Gandy y los suyos tras 25 años de escenarios en los que han cantado el Rock del Deportivo por toda España. El primer adiós lo daban en Madrid, donde Francisco Gómez Seijo, que así se llama Gandy, vivió muchos años y donde tiene, como en A Coruña, una legión de amigos.
Son las seis de la mañana del viernes primero de diciembre. La furgoneta espera frente a la estación de tren. Guitarras, amplis, empanadas, quesos… Salimos rumbo a Madrid. Una parada para un café, en la autovía y otra para el cambio de conductor y recargar las pilas en Urueña, con unas buenas tapas de tortilla. El tiempo se nos pasa volando.
Mayte (voz) e Iván (gaitas y berridos) van al volante. Me siento al lado de Roco (bajo) y Gandy (voz, guitarra y mil cosas más). Detrás van Floro (organización) y Juanjo (tour manager).
Los temas de conversación son música y fútbol; o mejor dicho, Rock’n’Roll y Depor. Por supuesto anécdotas de toda índole y chistes. Cuando pisamos el hotel, ya en Aravaca, coincidimos en lo llevadero que ha sido el viaje de ida.
Llegan Tere (coros) Juan (batería) y Ángel (guitarra solista). Juan está en Madrid por trabajo y Tere y Ángel acaban de aterrizar en Barajas. No han podido viajar Patri y Miguel por temas personales y se les echa de menos. Les enviamos saludos desde la distancia.
La Banda está ya en El Foro, donde tiene una parcela en su escena musical. Esta noche la mítica Sala Barracudas, en Ventas, será el escenario del último show capitalino; el previo al adiós en A Coruña. Es un cuarto de siglo, con muchos músicos en sus filas, pero esta formación lleva tanto tiempo junta que suena ‘redonda’.
Toca acomodarse, comer y descansar un poco antes de la prueba de sonido. Es a las 18.30. Los hados madrileños, que son muy colegas de Gandy, nos ponen una plaza libre para aparcar delante de la puerta. Se descarga de otra manera cuando tienes ‘la furgo’ a pocos pasos.
Se preparan los equipos y se deja todo a punto. Antes que los coruñeses, tocarán ocho temas The Afónicos, una de las bandas más reconocidas de nuestro Rock’n’Roll patrio. Amigos, evidentemente, como Miguel Oñate y Ángel Venancio, que se subirán con ellos al escenario.
Hay una representación de la escena rockera madrileña que acompañó a Gandy y a su numerosa tropa de colegas en su estancia en Madrid y en todas y cada una de las veces en las que ha aparecido por esta plaza mayor del rock.
La prueba de sonido ha sido perfecta. La sala está a reventar. Los músicos tienen dificultades para llegar al escenario entre abrazos y vítores. Arrancan con ‘Flores Muertas’, una versión del ‘Dead Flowers’ de los Stones que llevaron al español Desperados (qué pedazo de grupo) hace ya muchos años. Como siempre, con todo lo que toca, la banda se lleva las versiones a su terreno, las clava.
Brilla siempre Cacahué. Siempre está presente esa formación mítica. Suena ‘Música Fuerte’ y suena añeja, pero actual. Tras ‘Popeye se casa’, un canto al Rock y ‘Percebes’, declaración de intenciones norteñas, se lanzan a una terna muy madrileña: ‘Más Sexy, Joder con la tía y Huracán’ que le toca el alma al público local.
‘Qué Demonios, Cógelo y Hay poco Rock&Roll’ ponen patas arriba a todas las barracudas y barracudos que ya bailan y cantan sin parar mientras se toman unas estrellas (no podía ser de otra manera). Mayte borda el ‘Highway to Hell y Las Chicas son Guerreras’. Se atisba el final del show.
De la divertida ‘No hay papel’ se salta como por arte de magia a la versión de ‘Miña Terra Galega’... Y llega el ‘Rock del Deportivo’. No sé si estoy en la Mardi, en la Filomatic o en la Plaza de Pablo Iglesias.
Es alucinante cómo canta la gente... El tema 17 es ‘Se acabó el concierto’. Me entristece. “Se acabó el concierto, se me rompe el alma, pero hemos aguantado hasta el final”. No me quedo. Me voy para el camerino a esperarlos porque, además, “yo tengo el poder” (las llaves de la furgoneta) y quiero darles un abrazo. Uno por uno.
Ha sido un ‘bolazo’. La sala está completamente llena de músicos y amigos. Nadie quiere que el camión se pare, pero tiene que hacerlo. Es necesario; es lo que ahora ‘toca tocar’.
Hace 20 inviernos nos hubiéramos vuelto a la mañana siguiente. La ocasión merece que nos pasemos el sábado descansando en Madrid y, por qué no decirlo, estamos ya metidos en años. Gran Vía, Callao, Plaza Mayor... está todo petado de gente.
Hablando con un taxista de las dos finales de Copa en el Bernabéu apelo a los años en los que Gandy vivió en Madrid para ver si me puede explicar de dónde ha salido tanto personal. “Yo soy de Coruña, neno”, sentencia el artista. Por si el conductor tenía dudas. De Coruña y de los que más le ha cantado.
El repertorio de la noche anterior ha sido, en lógica, pensando en el público madrileño. En la Sala Garufa cambiará y sonarán temas absolutamente ‘koruños’ que muchos llevamos en nuestra cabeza y corazón de manera permanente.
Buscamos la solución a los problemas del Depor con un bocata de calamares, recordamos el pasado. La sintonía del programa ‘Forza Depor’ que cada tarde sonaba por los auriculares del estudio de la radio. Los partidos del equipo en Madrid, los botijos en Malasaña... Ha pasado el tiempo, de hecho esos recuerdos son incluso de antes de la propia Banda del Camión. Y aquí seguimos. En el mismo lugar y con la misma actitud.
Es domingo, otra vez son las seis de la mañana y volvemos a la furgoneta. Como el bolo fue el viernes ya está todo contado y nos dedicamos a charlar de lo divino, lo humano, de comida, de música... y del Depor. Si por los pasajeros del último viaje del camión fuese, ya teníamos todo arreglado para volver a Primera en dos años.
Hay quien nos pregunta por qué salimos tan temprano. Hay que madrugar y así nos da para una parada en Balboa. Amigos por doquier al otro lado de Pedrafita.
Son ‘dos nosos’. Café en la palloza y tirando para el norte. Hay que llegar al local, descargar y dejar impoluta la furgoneta. Cumplimos con los horarios, como era de esperar, siguiendo la nutrida y completa hoja de ruta que nos ha facilitado Copra producciones.
Me despido de Gandy en la puerta de casa después del último viaje del camión. Y ha sido un gran viaje. No ha fallado en nada. Como si llevase, no veinticinco, sino sólo cinco años de carretera. Se van a lo grande, devorando el escenario. Y aunque él dice en las entrevistas que hay que repararlo, llevarlo al taller, ya os cuento yo que para nada. Eso es una metáfora ‘gandiana’.
La banda suena como nunca. Pero es muy complicado, más en estos tiempos, mover a tanta gente, viajes, ensayos, trabajo.
Sea como sea, y aunque Gandy va a seguir donde siempre ha estado, son estas unas fechas que entrelazan la sonrisa con la lágrima. Tiene que ser muy complicado anímicamente dar un paso como el que va a dar la semana que viene este grupo de artistas que se ha convertido en una familia.
Personalmente, aunque veo a Gandy cansado, sigo pensando que está en un momento vital en el que puede escribir unos temazos y seguir dando cera en los escenarios a ritmo de rock. Le sienta mucho mejor que el blues.
Estos días anda ajetreado porque lo del próximo sábado tiene mucha enjundia en lo que a organización se refiere.
Será el último acto de la banda y tampoco será un adiós. No me imagino un ascenso del Depor sin el camión dando vueltas por A Coruña o sin las hormigoneras. Pero no deja de ser un adiós que nos saca esa sonrisa franca y agridulce cuando te despides de alguien al que quieres de verdad.
En el ascenso contra el Murcia, en 1991, había una cinta en la cabina de megafonía de Riazor. El Rock del Deportivo comenzó a sonar en bucle mientras ardía la cubierta de preferencia. Se quemaba el meigallo y comenzaba la imparable escalada del club, que ha sido siempre acompañada por este tema. Ahora estamos otra vez ‘ameigallados’, pero estamos.
De hecho, cuando cruzo el portal miro el reloj y veo que hemos cumplido a la perfección con los horarios, ¿Por qué salimos tan temprano? Pues la respuesta es obvia. Porque hay que ver al Depor. Ya sabéis: “Vamos a ganar este partido”.
Y ganamos.