Aunque dispone de un colchón de tres puntos sobre la zona de descenso con un encuentro menos —el que disputará el día 29 ante el Tenerife—, el Deportivo debe crecer en la segunda vuelta del campeonato para una salvación sin apuros.
La irregularidad exhibida en el primer tramo competitivo de la 2024-25, tanto con Imanol Idiakez como en menor medida con Óscar Gilsanz al timón, tiene que dar paso a una formación mucho más fiable, que encauce su objetivo lo antes posible.
La carta que le enviará el club a los Reyes debe incluir varios aspectos ineludibles para el mejor funcionamiento colectivo en el retorno a la competición el próximo sábado 11 en La Rosaleda.
Después del parón navideño, el cuadro blanquiazul regresará hoy a los entrenamientos con varios propósitos de enmienda en el año nuevo.
Dos demarcaciones tácticas precisan recambios como el comer, a tenor del discreto rendimiento exhibido por sus habituales inquilinos.
Quizá el puesto que más preocupe ahora mismo por el amplio abanico de oportunidades malgastadas en las primeras veinte citas ligueras es el de delantero centro.
Iván Barbero ha sido el estilete más empleado en punta de lanza y no ha podido pasar de los tres tantos a pesar de que ha participado en todas y cada una de las jornadas discurridas.
Mohamed Bouldini tampoco ha estado a la altura en la faceta transformadora, con un único acierto, mientras que Cristian Herrera ha rubricado dos dianas.
Otra parcela del terreno de juego que presenta un serio déficit es la de la sala de máquinas, en donde el Deportivo carece de un organizador polivalente, que aporte equilibrio y conecte con la punta.
Tal vez, en función del presupuesto disponible y del tope salarial, la directiva también efectúe un esfuerzo por un defensa central de experiencia en la división de plata para competir con Pablo Vázquez, Martínez, Barcia o Jaime.
Hasta el momento los habituales suplentes no han ofrecido casi nunca alternativas a sus entrenadores desde la banqueta.
En una competición tan larga y exigente como la Segunda, la plantilla debe poseer cantidad y calidad para no llegar al tramo final con la gasolina justa.
La dirección deportiva de Fernando Soriano ha puesto a funcionar su maquinaria para hallar nuevo destino a determinados jugadores con los que no se cuenta de cara a la reanudación liguera.
Tras el ecuador podrían hacer las maletas hombres como Hugo Rama —el club estudia su rescisión—, Juan Gauto —interesa en Argentina—, Mohamed Bouldini —con ofertas de su país natal, Marruecos— o Charlie Patiño —a quien se le busca una cesión—.
Hasta la fecha el Dépor no se ha sentido seguro al amparo de su más que fiel afición y las estadísticas en casa revelan que ha sufrido a la hora de llevar la iniciativa.
En Riazor el equipo solo ha sumado 13 de 33 puntos posibles, unos guarismos que evidencian las complicaciones para encontrar la solidez necesaria para cualquier escuadra profesional.
En los primeros meses de competición los blanquiazules solo han sido capaces de sumar de tres como locales frente a Racing de Ferrol (1-0), Eibar (1-0) y Castellón (5-1).
El conjunto de Riazor se ha apuntado en sus veinte primeras apariciones un total de 29 dianas, un registro aceptable pero que tan solo le ha reportado 24 puntos.
El equipo ha rozado la excelencia en varias goleadas, con ‘manitas’ a favor contra Albacete (2-5), Cartagena (1-5) o Castellón (5-1) o una contundente exhibición frente al Cádiz en el Nuevo Mirandilla (2-4).
Sin embargo, se ha quedado sin ver puerta en seis de los veinte compromisos del torneo de la regularidad.
En este sentido, el colectivo debe acostumbrarse a puntuar con más asiduidad sin necesidad de reiterados empachos goleadores.
Para ello, obviamente, también es necesario encontrar el equilibrio en el balance defensivo-ofensivo, concediendo muchas menos llegadas a sus contrincantes.
Uno de los casos paradigmáticos que ilustran el cambio de nivel respecto al pasado ejercicio en Primera RFEF se encuentra en la gestión del balón parado.
Mientras que en el tercer peldaño del fútbol estatal el Deportivo se convirtió en un coloso en saques de esquina y faltas laterales a favor, con un centrador de fantasía como Lucas Pérez y unos rematadores certeros como Pablo Vázquez o Martínez, en Segunda el listón se ha visto elevado muy por encima de la capacidad de crecimiento blanquiazul.
En efecto, en la campaña presente el Deportivo ha encajado con angustiosa reiteración dianas en la estrategia. Un fundamento del juego que ha propiciado la pérdida de puntos importantes, así como de una notable autoestima en la fuerza grupal.
Desde su misma llegada al banquillo del primer equipo procedente del filial, el betanceiro Óscar Gilsanz se marcó como un reto ineludible que su equipo fuese camaleónico, con la competencia para adaptarse a diversas situaciones del juego, siempre en función del adversario en cuestión. Vamos, vencer de cualquier manera y en diferentes registros.
“Todos queremos un equipo que gane todos los domingos, en cualquier contexto. Sabemos que en el fútbol no se gana siempre, pero trataremos de ir dándole matices que puedan mejorar al equipo”, destacaba un preparador que en los próximos meses deberá reajustar los automatismos de su sistema táctico habitual, un 4-2-3-1 para convertirse en un bloque más imprevisible y polifuncional.
Optimizar las transiciones ofensivas ante un rival cerrado, hacer gala de la paciencia necesaria para desbordar, darle al juego la velocidad necesaria, frenar al adversario con faltas tácticas o un mayor rédito a las jugadas de pizarra continúan en el debe herculino.