Se reían mucho en las redes sociales algunos de Asier Villalibre, recordando cuando tocó la trompeta en la final de la Supercopa contra el Barcelona. Muchos llevaban desde entonces agazapados esperando para poder ‘devolverla’, como si el haber querido festejar un título fuese una afrenta. Guardar tanto tiempo ese resquemor, bien escondido en alguna parte muy oscura de su ser para poder lanzarlo como una bofetada hacia el adversario.
Más allá de que se hiciese pública una conversación entre Piqué e Ibai Llanos en la que el central se jactaba de que iba a celebrar como quisiera el título (así fuese sacando una trompeta) las redes se reían del jugador del Athletic de Bilbao, al que se le podía ver al fondo de la celebración culé, aplaudiendo a los campeones.
¡Qué importante es saber perder! El no regodearse en la derrota, pero el saber gestionarla, digerirla, asimilarla, sacar de ella enseñanzas y continuar. El reconocer cuando el otro fue mejor no es una señal de debilidad, al contrario, denota fortaleza y pone la primera piedra para poder avanzar.
También es importante saber ganar, ser capaz de gestionar la gloria sin perder la perspectiva, porque todo en la vida es cíclico, porque nada es eterno y una vez la vida te da una de cal y otra de arena. Entiendo la alegría de la parte culé, que antes ya lloró el perder un título, pero no comparto el revanchismo. Es un deporte, uno gana y otro pierde, pero eso no debería de implicar convertir todo en un continuo ‘saldar cuentas pendientes’ infinito.
Y, aunque el sábado el Barcelona fue mejor que el Athletic en la final copera, entrar en redes sociales y avistar el nivel de ‘mala baba’ más allá de los sanos piques entre aficionados poco o nada creo que ayude al deporte.
Y menos que sea uno de los protagonistas el que alimente hacer de una celebración, más que un disfrute, una forma de reírse del adversario.