El éxito no es propiedad exclusiva de los que ganan. A veces las hazañas son de carácter más modesto. Es el caso de Maristas, un equipo de colegio que se ha pegado en la temporada de la pandemia con transatlánticos del baloncesto femenino gallego como el Uni Ferrol o el Celta de Vigo.
El discreto balance del conjunto coruñés en el grupo A, decimosegundo clasificado con 7-19, no refleja las horas de trabajo y los quebraderos de cabeza en una campaña muy difícil. Ni el estricto protocolo covid ni las complicaciones intrínsecas de una plantilla amateur pudieron con Maristas, que ató la permanencia en la Liga Femenina 2 por vez primera en la historia del club.
“Creo que el balance general es un éxito total. Haber conseguido la permanencia, a pesar de las circunstancias y de lo igualado que estuvo el final de liga, ha sido brutal”, se felicita el técnico Jorge Carreira, que hace partícipe a toda la plantilla y a sus predecesores.
El trabajo de toda una década
“Es el broche de oro que le faltaba a estas jugadoras. Subir y mantenerse no es cosa de un año, es el trabajo de toda una década. Desde que Rubi (Rubén Vázquez) cogió al primer equipo, pasando por Román (Gómez) y por Fer (Buendía), ha sido un camino muy largo, también de otras muchas jugadoras que no han podido estar esta temporada por diferentes motivos”, añade.
Carreira reconoce que Maristas ha tenido la suerte –y el cuidado– de evitar contagios y partidos aplazados, pero no por ello ha sufrido menos dificultades: “En equipos como Ferrol, por poner un ejemplo, sus jugadoras son unas privilegiadas que se pueden dedicar en exclusiva al baloncesto y se han visto menos afectadas por las restricciones”.
Compatibilizar el deporte semiprofesional con la vida laboral es duro. Y más durante una pandemia: “El baloncesto no es la prioridad para nuestras jugadoras. No les podemos pedir eso y aún así han demostrado un compromiso de profesionales. Ha habido semanas que no podían entrenar porque tenían que doblar turno o que han llegado a diez minutos del salto inicial de un partido”, desvela.
De las aulas al parqué
Carreira asume las características de un club de colegio: “Tenemos pabellón propio y una institución fuerte que nos apoya en todo, pero muchas de nuestras jugadoras trabajan en el colegio, con el riesgo de contagiar a toda una clase. Nuestro protocolo era más estricto que el del gobierno”, narra.
El éxito de Maristas es el de las cosas bien hechas, dentro y fuera de la cancha. Ahora toca parar: “Ha sido un año duro y nos vamos a dar dos semanas para descansar antes de empezar a pensar en el año que viene”. Esa será otra historia en la nueva Segunda B del baloncesto femenino español.