En tiempos de la sobrerreacción para contentar al populacho, con múltiples clubes de fútbol atacando y acusando sin filtro alguno al colectivo arbitral, debemos celebrar la normalidad de quien actúa con coherencia institucional. Por eso, permítanme congratularme por comprobar cómo el Deportivo no se sale del tiesto a la hora de protestar ante las controvertidas decisiones.
Dentro de una comparecencia con mucho continente y poco contenido (y que quizá merece un análisis más extenso acerca de los porqués), las declaraciones de Fernando Soriano al término del encuentro ante el Mirandés, tras la enésima ‘cafrada’ del uso del VAR, fueron la confirmación de esa decisión rotunda de la entidad por mantener las formas en público.
No está de más recalcar ante los micros que esa postura es buscada, no solo como forma de calmar a quien te pide fuego y sangre, sino también como indirecta previa ante quien protestas. El derecho a la pataleta es tan legítimo como poco demostrada su eficacia a la hora de cambiar las cosas.
Más allá de que es imposible no pensar mal cuando la presencia en titulares de sospechosos habituales ya se hace constante, quizá la mejor forma de exigir que te respeten es mostrar tú mismo ese respeto. Un respeto que, por cierto, tampoco sobra en torno a la figura de Óscar Gilsanz. Aunque el poco cariño público del club hacia su entrenador obviamente no llega a alcanzar la categoría de menosprecio, tampoco estaría de más algún guiño evidente con un tipo de la casa que ha sacado al equipo de la UCI para, ahora, verlo crecer con robustez. Ya saben, respetar para pedir respeto.