Durante años atendí con hartazgo a los juglares de la cantera que reclamaban titularidades en el Deportivo para futbolistas por el mero hecho de haberse forjado en el vivero blanquiazul. En ese proceso, casi siempre rico en todo tipo de demagogias, se firmaron sabrosos contratos a jugadores que apenas tuvieron recorrido. Se cercenaron también carreras prometedoras que encontraron un acomódo que no les favoreció. El Dépor transitó por sus mejores años sin promocionar su cantera. A nadie le importó cuando se ganó la Liga o la Copa. Se abrió Abegondo, campos y campos para que germinase una semilla que durante años no se plantó de manera correcta. O al menos eso es lo que se deducía a la vista de las plantillas del primer equipo. A Coruña es la ciudad donde nadie es forastero, tampoco pasa nada.
Hasta que llegó el fútbol sostenible, un nuevo deporte inventado por Javier Tebas hace una década. Algunos empezaron a practicarlo de inmediato. Y con éxito. Por ejemplo esa Real Sociedad que tras pegarse el batacazo con adquisiciones de poca monta se orientó a un modelo mixto que combina un scouting de postín (¡incluso contrataron periodistas para ese departamento!) con el cuidado de una base propia. El Deportivo se encontró por el camino con generaciones doradas que podían haberle enfilado hacia ese ideario. Pero casi todo ese capital se ha esfumado. Y se prescindió de quienes orientaban al club hacia ahí. Este sábado, mientras Rubén López emprendía camino a Barcelona, el Fabril inició la Liga con un once en el que alineaba apenas tres futbolistas que pasaron por el juvenil de División de Honor. Ojalá tengan suerte, pero cuando se rompe una cadena y las piedras preciosas caen al suelo resulta complicado recogerlas y volver a componer todo.