“Epi quédate, Epi quédate”. El pueblo ha hablado. “El trabajo que ha hecho aquí es magnífico”, dice un tal Pablo Laso, aunque Epi algo también habrá hecho mal. Los números y el descenso son incuestionables, pero nos ha ganado a (casi) todos. Para muestra, el aplauso en su última rueda de prensa, al borde de la risa y el llanto. Así es Diego Epifanio: un buen tío, cercano y campechano, profesional obsesivo y amante del juego. Es el mejor entrenador para un proyecto en LEB Oro (me resisto a llamarle Primera FEB). No lo digo yo. Lo dice su historial: cinco ascensos, tres como técnico jefe con San Pablo Burgos, Breogán y Básquet Coruña y otros dos como ayudante.
La pelota está en el tejado del Consejo de Administración. Epi tiene contrato, pero las ambiguas declaraciones del presidente han desatado un runrún entre la afición, la prensa y hasta los jugadores. Se respira en el aire un ambiente a despedida. De Amallo y su equipo deberían aclarar la situación cuanto antes. Ya no por nosotros, sino por el futuro a corto plazo del club. El éxito en la campaña de abonados estará íntimamente ligado a las próximas decisiones deportivas. Me dice un compañero que la nueva hornada de socios renovará su asiento. Y los fieles de siempre nunca fallan.
¿Llegarán a la mágica cifra de 4.000 para atar la continuidad en el Coliseum? No lo tengo tan claro. Urge una comunicación sobre Epi, la renovación de piezas importantes en el vestuario y en la pista y, ¿por qué no?, un fichaje ilusionante. La ciudad y la marea naranja han demostrado estar a la altura de la ACB, pero no se dejen llevar por la resaca emocional. El trabajo de tantos años se puede ir al traste por dejar el tiempo pasar. Hazlo, tocayo.