Hace cuatro meses el Depor ocupaba plazas de descenso después de conseguir una única victoria en ocho partidos. A principios de enero se encontraba a doce puntos del Celta Fortuna que encabezaba la clasificación en aquel momento. Los malos resultados y un juego poco convincente no invitaban al optimismo. Muy pocos –entre los que no me incluyo– pensaban que los coruñeses pudieran alcanzar el ascenso directo.
Pero como el fútbol es eternamente caprichoso siempre está presto a demostrar que dos y dos no tienen que sumar cuatro. Después de encadenar una serie de seis triunfos de los últimos siete encuentros, el Depor tiene a cuatro puntos el liderato y aventaja a los vigueses en tres puntos. La pregunta es cómo se puede explicar esta inesperada metamorfosis.
Lo primero que se viene a la cabeza es comprobar que las principales piezas del equipo están más ensambladas. Para encontrar un bloque reconocible ha habido que descartar -después de muchas oportunidades- a algunos de los jugadores que llegaron a principio de temporada con muy buen cartel si bien no han sabido adaptarse o simplemente no han cuajado en Riazor.
Creo que es la primera vez en este curso que el equipo tiene una estructura sólida y bien definida. Los aficionados saben que el esqueleto en el campo está formado por los dos Pablos en defensa, Villares y Jurado en la medular, y un tridente de ataque con Mella, Lucas y Yeremay. A partir de ese esquema pueden existir pequeñas variaciones en la elección de los laterales, y discutir que delantero centro debe de acompañar a los tres de arriba.
También hay que reseñar el empuje de dos jugadores emergentes. La consolidación de Yeremay -alejado un tiempo del campo debido a una lesión- y la irrupción de Mella en las bandas, han dotado al conjunto de una capacidad de desborde y profundidad que antes no tenía. Junto a ellos ha vuelto el mejor Lucas Pérez. El líder del equipo ha vuelto a dar luz a sus compañeros y a contribuir también con goles.
Destacable es la reivindicación de la cantera que se asoma cada vez más a la primera plantilla con resultados prometedores, muy por encima de las expectativas imaginadas. A estas circunstancias hay que unir la fortaleza y confianza que nuevamente se respira en Riazor que vuelve a ser un baluarte blanquiazul.
Por último, y aunque parezca de menor valor, es adecuado señalar la prudencia y confianza que ha mantenido el Consejo en el entrenador cuando antes de finalizar el año estaba, más que cuestionado, al borde del desahucio.
@pgarcia_ramos