La eliminación en cuartos de final de los playoffs de una temporada que, desde el propio club, se pregonó como la de hacer real el sueño de la ACB, dibuja un gran interrogante en el futuro inmediato del Leyma Basquet Coruña.
Descontando el factor lesiones –inherente, en mayor o menos cantidad y gravedad, a todos y cada uno de los equipos de una competición–, lo que resulta indiscutible es la irregularidad de los naranjas a lo largo y ancho del curso, la percepción de que, salvo en un par de fases concretas y no demasiado longevas, el equipo no fue realmente un equipo. Al menos no el que presumían en el seno de la entidad, los rivales, gran parte de la afición y una buena parte de la prensa.
La propuesta más ofensiva de Sergio García, tras dos campañas consagradas a la defensa; la primera frenada por la pandemia cuando el equipo iba como un misil, y la segunda, frenada por el Granada en semifinales, resultó cuando menos desconcertante. Fundamentalmente porque la plantilla volvía a ser muy física y atlética, cualidades compartidas con sus predecesoras.
El Leyma 21/22 aumentó 5 puntos su producción ofensiva respecto a la 20/21, pero a cambio bajó en 4 puntos su rendimiento defensivo, un problema agravado a domicilio, sobre todo a partir del tramo final de la primera vuelta.
Una desmejoría que, en el extenuante mes de marzo (6 partidos, después de otros 6 en febrero), estuvo acompañada por un colapso en ataque: en los tres partidos a domicilio (Gipuzkoa, Palencia, Oviedo) la media de anotación fue de unos sonrojantes 58.6 puntos, nada más y nada menos que 21.9 por debajo de los 80.5 que acabarían siendo la tercera marca más alta de la fase regular, solo superada por los 81.1 del Leida y los 81.1 del ya ascendido Granada.
Más allá de los números, el uso de Sergio García de los jugadores pareció, en muchos momentos, carecer de lógica, con elementos que pasaban de muchos o bastantes minutos al ostracismo absoluto.
Aun entendiendo que un entrenador sabe mejor que nadie cómo están sus mimbres, hubo ciertos dientes de sierra de difícil comprensión. Uno de ellos fue la tendencia del propio técnico a recibir técnicas en el último mes y medio, pácticamente una por encuentro, cuando en el resto del curso habían sido más bien escasas, un hecho que puede ser indicativo de nerviosismo e incluso de cierta desesperación al ver que el objetivo se iba alejando cada día un poco más.
Unas fluctuaciones que podrían ser una señal inequívoca de búsqueda continua de un equilibrio nunca alcanzado y que tuvo su último punto más bajo en el tramo final de la regular, con derrotas en Prat y en Almansa decisivas en la lucha por lograr la ventaja de campo en cuartos, y que emparejaron a los naranjas con el rival menos deseado, un Girona que confirmó en la eliminatoria el porqué de dicha condición.
Acabada la actividad en el parquet, la de los despachos promete ser frenética y sesuda. En dos temporadas –descontando la incompleta 19/20– los resultados, la consistencia y la credibilidad han ido de más a menos. En manos de la directiva está conceder bola extra o apostar por una nueva dirección en el camino al sueño de la máxima categoría.