El titular lo dice todo. En realidad este artículo debería de terminar aquí. El Deportivo de hoy está por detrás, clasificatoriamente hablando, del Celta, Racing de Ferrol, Celta Fortuna, Lugo y Arenteiro. ¿Qué queda por decir?
Estoy cansada de sufrir, de caérseme la cara de vergüenza, de esperar lo que no llega, de arrastrarme durante la semana en busca de una nueva ilusión, cansada de que llegue la siguiente jornada y de toparme con lo mismo, mismo hastío, misma decepción, igual impotencia.
Muchos seguirán animando y dejándose la piel. Perfecto. Yo me bajo. Necesito que me cuiden un poquito a mí. Me lo merezco después de tanto dar y dar. Porque cada uno tiene su historia, la mía empezó hace muchos años cuando, al acabar de jugar con el Karbo Deportivo, dejaba a mi equipo y me iba corriendo a Riazor. Porque cuando, ya periodista, cubría los partidos, era la persona más feliz del mundo gritando nuestros goles. Porque cuando venían los colegas de Madrid, me erguía orgullosa frente a esa supuesta superioridad centralista.
Porque mi historia como deportivista me llevó a rascarme mi poco rebosante bolsillo para comprar acciones, porque cuando falló el penalti Djukic yo estaba detrás de esa portería, a cuatro metros de González.
El viaje a Oporto de Champions, y nuestros directos en Telecoruña con escasos medios cubriendo la victoria en Old Trafford o la legendaria paliza al Milán. Fueron casi 6 años haciendo un programa de TV local en directo con el Deportivo como protagonista.
Y vinieron las vacas flacas y el primer descenso ante el Valencia, y las primeras y segundas y terceras grandes bofetadas. Y ahí estábamos, y yo como la que más.
Y llegó la pesadilla de la Segunda B. Y con todo el dolor de quien habla de algo que quiere, empecé a sacar conclusiones y a ponerle algunos cascabeles al gato. Y mis artículos subieron de tono crítico.
Pero la caída libre continuaba: directivos sin peso, sin identidad de club ni ciudad, pimpines de despacho que no saben ni donde está la Torre de Hércules, entrenadores que se han visto superados sistemáticamente, jugadores a los que les puede la presión, buenos cuando firman, mediocres cuando la pelota empieza a rodar. Y decadencia, más y más decadencia.
Repito, yo me bajo, temporalmente pero me bajo. No sé lo que me durará este desencanto (hasta el próximo partido, ya lo sé yo), pero a día de hoy necesito mostrar mi rabia y mi dolor. Y aun así, sigo pensando que el Deportivo conseguirá esta temporada su objetivo. Pero es el momento de que el equipo cuide a su afición, con mucho, mucho mimo.
Salud y suerte!