El despido de Llorente avala a quienes contamos verdades
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El despido de Llorente avala a quienes contamos verdades


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La noticia de la destitución de Llorente me pilla escribiendo este artículo. Me ha sorprendido la celeridad de la decisión, apenas 14 horas después de alcanzada la permanencia. Por lo demás, nada inesperado, el Deportivo se deshace de un foco incesante de problemas. Eso sí, sin proponérselo nos da tácitamente la razón a los escasos periodistas y medios que hemos ido adjetivando lo sucedido en el entorno del equipo femenino y que, ojipláticos, comprobábamos cómo se tomaba el camino hacia el abismo bajo la anuencia de los rectores de la entidad.


De Llorente no voy a escribir mucho más. Todo lo dicho con anterioridad cobra valor. Para la historia quedan unas ruedas de prensa hilarantes, propias de un ser egocéntrico, que vive en su mundo de fantasía, que se gusta sobremanera y que de fútbol ha hablado más bien poquito. Ha hecho un daño, que sólo el tiempo y la llegada de nuevas personas no tóxicas lograrán paliar.


La decisión del club es lógica, pero no por lo que ustedes, queridos lectores, puedan pensar. Los que toman decisiones en la Plaza de Pontevedra no creen en el fútbol femenino, ni les gusta, ni les interesa. No se lo cargan porque socialmente es imposible. A esto se junta que han puesto al frente del equipo a un generador constante de problemas, un entrenador al que no conocían de nada, salvo un currículum que había llegado a las manos de Pereiro… y les salió rana. Les ha hecho trabajar demasiado. Es lo que tiene la ignorancia sobre la materia.


No me voy a extender mucho más, tendría para una serie de relatos cortos, aunque sí digo que el tema Llorente todavía podría tener algún fleco suelto. Y no me refiero a esas investigaciones internas que hacen las dos abogadas, una del club, la otra de Abanca, sino provenientes de instancias superiores donde el “Asunto Adule” podría tener recorrido. ¡Al loro! En resumen, temporada marcada por una falta de transparencia inquietante, un entrenador que con determinadas actuaciones ha llevado a sus jugadoras al caos absoluto, y unos dirigentes que han dejado desangrarse al equipo deportiva y anímicamente. Decepcionante.


¿Lo único positivo? Los 3.000 aficionados de Riazor. Una vez más, y pese a que el equipo y su entorno no les habían dado demasiados argumentos y más bien disgustos, ahí estuvieron apoyando a las suyas y haciendo del último partido una fiesta. Aunque, ojo, las jugadoras también tienen su responsabilidad y la segunda vuelta que han hecho es escandalosamente mala. Y la victoria en ese último encuentro era una obligación ante un rival muy mediocre.


¿Y ahora qué? Dicen que de los errores se aprende, y ello cabe pensar de gente tan preparada como la que mueve los hilos del Real Club Deportivo, linces fuera del fútbol.


¡Salud y suerte!

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