Estoy en el tren, de vuelta a casa. Coche 4, asiento 357 V. Últimamente hago bastante el recorrido Coruña-Vigo y viceversa. Y me gusta. La gente va tranquila, en un silencio cómplice, lo que permite leer, y en este caso, pensar y plasmar.
He salido de Vigo-Guixar sin saber muy bien qué tipo de artículo escribir. Tengo varias opciones. Mientras lo decidía, he abierto un periódico digital que en portada nos recuerda que “40.000 mujeres gallegas dejan anualmente de trabajar para cuidar a padres e hijos”.
Al paso por Redondela, mi mente empieza a rumiar esta noticia y, por asociación de ideas, tengo claro que voy a escribir sobre los escasos 500 aficionados que se quedaron el pasado sábado a ver al Depor-Abanca tras el partido de los chicos.
En Vilagarcía de Arousa ya tengo el titular, “El Depor Abanca se desangra solo”. Sabía que la situación del equipo femenino no llamaba a la esperanza, que no tenía excesivo reclamo, pero no me esperaba esta bofetada por parte de su propia gente.
Me queda una horita escasa para llegar a la estación de San Cristóbal. Ya estoy en Pontevedra y en Santiago habrá movimiento, así que me tengo que centrar. Pues a ello. Me da pena y rabia todo lo que rodea al principal equipo femenino de mi ciudad. Siempre me he sentido unida emocionalmente al proyecto, aunque nunca lo he estado de forma operativa. En dos ocasiones, me ofrecieron ligarme al Depor femenino, y en una tercera fui yo la que le tendió la mano al club, recientemente. Por H o por B, el tema nunca fraguó.
La trayectoria del cuadro femenino blanquiazul siempre ha sido complicada. Pero como la de cualquier otro equipo. El fútbol es un mundo complicado… para hombres y mujeres. Quiero con esto desdecir categóricamente a quienes de manera sibilina apuntan a que el fútbol femenino es un vivero de problemas, que además de inferior física y técnicamente, añade al fútbol tradicional una manera lastimera y problemática de proceder.
En todos los deportes, la mayoría de entrenadores de equipos femeninos son hombres y estadística e históricamente no ha habido mayor problema y, más bien, simbiosis maravillosas que superan el manido choque de géneros y lo convierten en travesías conjuntas y perfectamente avenidas.
Eso sí, cuando un grupo de mujeres deportistas (o no deportistas) denuncian un determinado tipo de situación hay que estudiarlo minuciosamente y no caer en el burdo modo de la generalización de la denuncia falsa. No es en ese medio en el que se mueve el fútbol femenino.
Lástima que el Depor Abanca esté inmerso en este halo de cosas feas. Si a eso le añadimos que los resultados son negativos, que no hay una o varias figuras sobre las que asentar la ilusión colectiva, que cada año se ha ido perdiendo potencial, y que por perder hasta se ha perdido el contacto y el cariño de la afición, el resultado son los 500 de Riazor.
Por la ventanilla veo las naves de Pocomaco. En la distancia distingo la que en su día fue Telecoruña. Qué bien lo pasamos en aquel programa diario sobre el deporte coruñés. Después lo llevaríamos a Localia.
Y el tren se para, cojo mis cosas. Llueve.
¡Salud y suerte!