Un partido pésimo, un rival muy superior, un planteamiento erróneo, 45 minutos de caos, carecer de intensidad y mostrar debilidad en todos los mano a mano son ingredientes firmes para perder un encuentro, encender las alarmas, enervar a tu afición y despertar todas las dudas.

¿Falta algo más para tener la tormenta perfecta? Sí, pero no se preocupen, también tenemos ese aspecto añadido, el miedo. Cuando tu mayor virtud se convierte en el problema es que, realmente, tenemos un problema. Y cuando los 26.000 de Riazor, en vez de llevarte en volandas y hacerte más fuerte, te producen inquietud y precipitación es que, o que no vales para este proyecto o no vales para este proyecto.

El Deportivo es un equipo atractivo e interesante para cualquier jugador o entrenador, si se entiende lo que conlleva. Pero es obligación de esas personas prepararse o saberse preparados para un cometido que, detrás de las luces, guarda una exigencia máxima. Por eso ahora no vale, me parecería un timo, que a estas pocas alturas del calendario argumentáramos el mal rendimiento a través del miedo, término que ha salido de sus bocas.

El miedo es lícito, sólo faltaría, pero cada uno tiene que ser responsable de sus actos y conocer sus aptitudes. Igual que sabes que vas bien por arriba pero te falta desborde, que eres un tip@ importante en el vestuario aunque estés jugando poco, que en los duelos eres fuerte, igualmente sabes si eres de los que baja la cabeza en las malas o si las situaciones de presión te superan. Y esos jugadores no tienen cabida en este Deportivo. Se suponía que era una plantilla veterana con toques de cantera, precisamente para evitar naufragios pasados, sobre todo los relativos a la debilidad mental.

Porque además A Coruña es una plaza sencilla, si entendemos que detrás de nuestra numerosa y bulliciosa afición no hay unas duras reprimendas ni correctivos, más bien lo contrario, cuando menos nos dan, más aportamos.

Quiero quitarme de la cabeza las imágenes del último partido, quiero hacer que no he oído las declaraciones al respecto. No quiero volver a escuchar la palabra miedo. Deseo creer que las aguas volverán a su cauce, con un Depor acorde a su presupuesto. Ya no hablo de historia, ni de afición, ni de justicia divina, hablo de la realidad de unos jugadores y un entrenador que deben dar la talla y colocar al equipo en su lugar, que no sé si es primero, segundo o tercero, pero que seguro no es a un paso de los puestos de descenso.

A veces pienso, ¿qué tenemos que hacer para salir de este bucle? Y no encuentro respuesta, ¿ustedes? Perdón, me olvidaba que son otros los responsables de encontrar esa manija. Nosotros bastante bien lo hacemos.

Salud y suerte!