A algun@s les cansará leer un artículo sobre los distintos abusos en el fútbol femenino. A mí también me cansa, me aburre, me enfada y me entristece escribir sobre ellos. Pero existen, en una gran medida, sin exageraciones, sin politiqueos, existen. Y les fastidian la vida a muchas y a algunos.
Nunca había sentido tanto odio, tanto resquemor e incomprensión como con este tema. He tenido que dejar de leer redes sociales porque me ponía enferma cómo se intentaba denostar a un deporte y a unas deportistas que llevan décadas vejadas por casi todos, futboleros y no futboleros, federativos y gente de a pie.
Quiero creer que el tsunami mediático pasará y quedará el poso de un éxito que llevará al fútbol femenino a un panorama más amable, convirtiendo a las Alexias y compañía en referentes hacia otras niñas que podrán vivir su deporte desde unas mejores condiciones. Es tan fácil como eso. Pero las denuncias no deben detenerse. Las injusticias y desigualdades, del género que sean, deben ver la luz y así depurar responsabilidades. Porque todo puede y debe mejorar, incluido el fútbol masculino. El debate está abierto: muchos partidos, muchos minutos. ¿Quién debe elevar la voz y defender la integridad física de los futbolistas? Obviamente, los propios futbolistas. Pero, por desgracia para ellos, esta sociedad que tanto los mima los ha convertido a su vez en unos peleles que ni pinchan ni cortan, chicos de oro en manos de representantes, directores deportivos y presidentes. Si supieran la fuerza que podrían tener como grupo… Pero viven anestesiados por el dinero y los lujos…o por el afán de conseguirlos. ¿Y esto es lo que tantos jóvenes anhelan? Un poquito de por favor!
Y ahora ve la luz, “desde dentro”, el tema Llorente. Tuvo que ser una periodista de un medio nacional, lejos de las garzas de Abanca, quien le pusiera el cascabel al gato. Aquí, en A Coruña, salvo contadas excepciones, la prensa se plegó una vez más al poder y permitió que se echara tierra sobre un asunto que hizo mucho daño y afectó gravemente a las carreras de Ana González, Alba Merino, Charity Abdule o la propia traductora Bibiana Santiso.
La directiva actual se ha encontrado con este marrón de la noche a la mañana y emite un comunicado sin mucho calado, lo esperado en estas ocasiones. Pero hay un matiz. El club dice “… se siguieron todos los protocolos de Compliance que estaban establecidos en ese momento, contando en ese proceso con profesionales independientes”.
¿Profesionales independientes? Si tenemos en cuenta que una de esas profesionales era trabajadora de Abanca y otra, abogada ubicada en la ciudad, ambas pagadas por la empresa matriz, me pregunto si esa es toda la independencia que requería la situación. En definitiva, aquí no ha pasado nada, a seguir, y sin hacer mucho ruido, que os estamos haciendo un favor teniéndoos aquí. Ese fue el talante.
El señor Villasuso ya es pasado de nuestro club. Se marcha con esta última manchita en su inmaculado traje (la penúltima fue la paliza judicial recibida por el caso González Dans). Una más. Un desatino para el club en general y un personaje devastador para el equipo femenino en particular. No ocupará muchas líneas en la historia. Tres años de caos. Pero por lo visto, en la Plaza de Pontevedra se le sigue rindiendo pleitesía. Normal. Sigue en la casa grande. Difícil de entender.
No era mi idea escribir sobre este tema en el artículo de la semana. Pero la actualidad y la gravedad del asunto así lo requerían. De no ser así, mi titular para esta columna hubiera sido “Menos samba y más gol”. Hablaba antes de anestesiados. Pues anda…
Salud y suerte!