Las últimas horas han sido complicadas para el deportivismo, asistiendo a una problemática con la que no contaban los aficionados, máxime después de un ascenso.
Justo después de conseguir el gran objetivo de la temporada para el club y la propia ciudad, el Deportivo se negaba a asistir el pasado lunes a la recepción oficial en María Pita aludiendo a que no era el momento por la falta de sintonía entre ambas partes. La causa, la cesión de Riazor, el convenio que ha de ser firmado para renovar un compromiso clave tanto para el club como para la ciudad.
Primero fue el propio club el que comunicó que suspendía la visita. Aludió a los problemas para la viabilidad del proyecto en Segunda División. Esa misma tarde respondió el Ayuntamiento y mostró a los medios el certificado por el cual garantizaba a la Liga el uso de Riazor hasta la próxima temporada. El martes por la mañana, la alcaldesa, Inés Rey, fue contundente hablando del perjuicio causado a la ciudad y su afición al no celebrar el éxito en la histórica plaza. Por la noche el presidente, Álvaro García Diéguez, leyo un comunicado oficial en el que dejaba claro que el Deportivo estaba dispuesto a firma el convenio en los términos actuales. En la mañana de hoy, desde la alcaldía, llegaba la respuesta de Inés Rey: se aceptaban los términos.
Se cerraban esas 48 horas un tanto bochornosas y, por supuesto, inesperadas, pero al menos se llegaba a un principio de acuerdo.
Así las cosas, las dos partes ceden en sus pretensiones primigenias. Tanto el Depor, que tendía la mano abierta, como el Ayuntamiento, que recogía de buena lid el ofrecimiento que desde la Plaza de Pontevedra se trasladaba a la de María Pita.
El Ayuntamiento no quiere que el club se venda y por ello habla de esa ‘cláusula de arraigo”. Una de las causas de extinción del convenio es la modificación del capital social que dé el control a alguien que esté fuera de la provincia coruñesa. El club expresó que “no está en venta” y que el compromiso es a largo plazo para seguir creciendo.
Desde Abanca, en un discurso que por otra parte no es nuevo, se garantiza que el Deportivo seguirá en las mismas manos y, por supuesto, en su ciudad. Lo mismo ocurre con la duración del convenio. Serán 25 los años de compromiso y no 40, que son los que quería la entidad blanquiazul. Durará hasta la mitad del presente siglo, hasta 2050.
Donde hay desacuerdo es en el uso del estadio. El club lo quiere para fines exclusivamente deportivos. En el convenio vigente se dice que se podrán realizar eventos extradeportivos siempre que haya acuerdos entre ambas partes.
En este sentido habría que llegar a dichos acuerdos ‘puntuales’ si el Ayuntamiento quiere hacer, por ejemplo, conciertos. El club cree que hubo desperfectos después del Morriña Fest de 2022 y el consistorio abunda que la empresa gestora de los mismos incluso asumió el gasto de un cambio de césped. En cualquier caso ahora existe la alternativa del puerto para la realización de grandes conciertos en la ciudad pero el estadio deportivista siempre es una alternativa muy importante para grandes eventos por su tamaño.
El ‘naming’, el nombre de Riazor, también es un punto que hay que discutir. El club quiere que se siga llamando ABANCA Riazor. En este punto ha de ‘ceder’ el gobierno local porque la addenda del convenio anterior para este tema no está contemplada en el actual. Habría que sumarla. La disposición es buena para que el estadio mantenga su nombre en los mismos términos.
Durante la jornada de hoy el club remitió una nueva addenda al ayuntamiento. Desde el consistorio indicaron que no entendían muy bien el motivo ya que previamente se había aceptado desde la Plaza de Pontevedra la firma del convenio actual. En cualquier caso ninguna de las partes cree que, con los pasos adelante que se han dado, se pueda desandar el camino.
Aún hay que seguir negociando pero las sensaciones son buenas. El deportivismo podrá seguir celebrando el merecido ascenso el próximo día 25 de mayo.